Foto: LYDIA E. LARREY

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En el momento en que los almendros se cuajan de pétalos blancos a lo largo y ancho del campo mallorquín, la familia Benito, productora de la fragancia Flor d'Ametler, se sumerge en una carrera contrarreloj con el fin de recolectar el mayor número de flores del frutal ya que, como todos sabemos, cualquier contratiempo meteorológico puede hacerlas desaparecer en un abrir y cerrar de ojos.

Como señala Miquel Àngel Benito, uno de los propietarios de la marca, «este año la floración ha sido muy escalonada, lo cual nos ha dado un respiro a la hora de la recolección». Aún así, como cada año reúnen a familiares, la abuela de 84 años tampoco falta a la cita, y amigos en su finca de Son Ferriol para recolectar las ramas floridas que luego pasan por las manos de las mujeres que escogen, una a una, las flores más bonitas y las separan con todo cuidado según su tamaño mientras hablan animadamente.

La gente no para de llegar para ayudar aunque sea por unas horas, y al acercarse el mediodía, el olor a romero quemando anuncia que habrá arròs brut y que se acerca la hora del merecido descanso para comer. Debido a la efímera belleza de estas flores, en cuanto se llenan las cestas, Sebastià, hermano de Miquel Àngel, procede a introducirlas rápidamente en tinas de cristal llenas de alcohol para que no se estropeen y conserven su integridad y belleza, ya que una de las cosas que caracterizan este perfume artesanal es que en cada botella se introduce una flor.

Lydia E. Larrey