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En tiempos de bonanza económica como los que ahora vive España se suele tildar de agorero a todo aquel que analizando en profundidad advierte que no es oro todo lo que reluce. Así, se entiende que un reciente informe de la Comisión Europea que alerta de los riesgos que corre la economía española debido a su baja competitividad, haya sido oficialmente recibido con cierta displicencia, por no decir con indiferencia. No obstante, el contenido del informe no puede ser más claro. El modelo de desarrollo económico español implica que la creación de empleo se concentra en sectores de baja productividad, tales como la construcción, el turismo y el servicio doméstico. Dichos sectores están detrás de más del 75% del empleo creado en nuestro país durante el pasado ejercicio, contrastando con un sector industrial que tan sólo ha creado el 5% del nuevo empleo. Dicho de otra manera, debido a su escasa competitividad y productividad la economía española arrastra un creciente déficit exterior causado por la necesidad de importación. A juicio de los técnicos de la Comisión Europea, la bonanza económica es menos consistente de lo que parece. El consumo privado y la construcción son la causa de la fuerte creación de empleo en el sector de la vivienda y en los servicios, que a su vez alimentan de nuevo la demanda interna en un marco de sanas finanzas públicas. Pese al buen momento económico por el que atraviesa, España ha perdido competitividad en el exterior y su índice de productividad crece a un nivel más bajo que la media de los países de la zona euro. Lo que se refleja en el hecho de que actualmente las importaciones ya están un 25% por encima de las exportaciones. Todo ello revela el peligro que corre una economía algo coja que basa su creación de empleo en la incorporación de inmigrantes que trabajan en sectores de endeble productividad. Y, por descontado, la solidez económica es otra cosa.