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Como marca la tradición el Jueves Santo, las familias Rayó-Martín y Perelló-Horrach se reunieron en una finca de Inca para elaborar conjuntamente ni más ni menos que 97 empanadas. Para lograrlo hicieron falta 10 kilos y medio de harina, que también aprovecharon para hacer robiols y estrellas o crespells.
Este año, como novedad, las cocineras más veteranas aprovecharon para ilustrar en materia de empanadas a una amiga inglesa, Kath, a quién la experta Margalida Horrach enseñó a pastar.
En total estas dos familias mallorquinas congregaron a catorce personas, la mayoría de mediana edad, que participaron en las distintas fases que conlleva la preparación de las empanadas. La organización fue máxima. Las mujeres se encargaron de preparar los ingredientes a primera hora de la mañana y de elaborar la pasta mientras que los hombres estuvieron más pendientes del horno de leña y de la cocción.
El ritual empezó pronto, y tras toda una mañana de trabajo, a las dos del mediodía la tarea en cadena empezó a dar resultados. La primera horneada estaba a punto para ser degustada y tras la comida llegó el momento de repartir el resultado. En cuanto a las empanadas optaron por rellenos tradicionales como el pescado, la carne con guisantes y los guisantes solos. Fue en materia de robiols donde innovaron más, optando por rellenos sofisticados como la nocilla, la confitura de limón, la de membrillo, la de leche condensada o el cabello de ángel.
Marta Medrano
Fotos: Maria Martín