La Familia Real, con el obispo Murgui y parte del Cabildo, poco antes de dar comienzo la misa de Pascua. Foto: MIQUEL ÀNGEL CAÑELLAS

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Frente a la puerta, el obispo Jesús Murgui y varios canónigos aguardaban. La gente menuda de Marivent, de forma ordenada, besó la mano del obispo y luego fueron saludando, uno por uno, a cada miembro del Cabildo. Detrás de ellos, los mayores hicieron lo mismo. Y si ellos lucían traje, ellas optaron por las chaquetas: amarilla, la de la Reina -muy guapa, por cierto-, y dorada y roja la de las infantas Cristina y Elena.

Doña Sofía la combinó con un vestido estampado, del mismo color, mientras que sus hijas lo hicieron con pantalones, blanco y a cuadros. A todo esto, en el interior del templo catedralicio no cabía ni un alfiler ya que a los de misa de doce se sumaron muchos de los que habían asistido a la misa de las 10.30, casi todos provistos de máquinas digitales, dispuestos a fotografiar a los miembros de la Familia Real como fuese y por muy distantes de ellos que estuviesen.

Éstos, que llegaron a través de pasillo central, ocuparon la primera hilera de la izquierda mirado hacia el altar, por el siguiente orden: el Rey, la Reina, los duques de Lugo y los duques de Palma. Los niños, entre los que se encontraba la hija de Simoneta, se sentaron entre ambos matrimonios, excepto Irene, que estuvo casi siempre en brazos de su padre, Iñaki Urdangarín.

Pedro Prieto