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Después de polémicas, obras ruidosas y complicadas y protestas, Palma estrena el metro, un hito en la historia del transporte público balear. Nuestra ciudad se convierte así en la quinta urbe española en contar con este servicio, después de Madrid y Barcelona -las veteranas-, Bilbao y Valencia. Aunque de momento el tren subterráneo sólo tiene una línea -la que enlaza la Plaça d'Espanya con Son Castelló y el campus universitario de la UIB-, lo cierto es que los ciudadanos debemos felicitarnos por contar con esta nueva infraestructura y debemos asimismo aplaudir a los gobernantes que la han hecho posible. Tanto la estación intermodal, que no tiene nada que ver con aquella vieja y tercermundista estación del tren, como la línea de metro puesta en marcha ayer sorprenden por sus altas prestaciones con la más avanzada tecnología. Se ha dado un paso de gigante que nos sitúa como una ciudad puntera en materia de transporte público.

Dicho esto, hay que exigir que el próximo Govern que salga de las urnas del 27 de mayo prosiga con el esfuerzo inversor para continuar con nuevas líneas que hagan de Palma una ciudad más habitable, más moderna y, sobre todo, menos congestionada de tráfico rodado.

Es un reto para quienes optan a ocupar la Alcaldía de Palma en las próximas elecciones, pues a buen seguro apostar por el metro supone un desgaste de popularidad a la hora de ejecutar las obras, pero siempre tendrá su recompensa una vez abiertas las líneas, que deberían comunicar las barriadas con el centro neurálgico de Ciutat y con la Platja de Palma y el aeropuerto.

Ahora, tras un estreno modélico del servicio -siete mil usuarios en un día sin incidentes y de forma gratuita hasta septiembre-, sólo cabe esperar que las frecuencias prometidas se mantengan en pie, que el récord de cubrir el trayecto en 13 minutos continúe y que los palmesanos y mallorquines nos acostumbremos a este nuevo medio de transporte que tanto anhelábamos.