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El auge que experimenta el sector de la construcción, en la actualidad apreciable a lo largo y ancho de toda Mallorca, tiene como efecto negativo más evidente, aparte de la masificación que sufren algunas zonas, la pérdida de parte de un patrimonio arquitectónico olvidado.

Es el caso de numerosas villas y chalets de la primera mitad del siglo XX, con sus respectivos jardines. Resultado visible de una protección insuficiente a la hora de preservar una parte sustancial de nuestra historia contemporánea.

Algunos barrios de Palma, como es el caso de Son Armadans, estan sufriendo una transformación radical de su fisonomía tradicional ante la demolición sistemática de buena parte de sus edificios. En el caso de algunas calles, como la de Àlvaro de Bazán, ha desaparecido la práctica totalidad de sus antiguas villas señoriales, la mayoría de ellas edificados entre los años 20 y 50, que se ven sustituidas por bloques de pisos. Esta tendencia, iniciada ya en los años 70, amenaza la destrucción de interesantes ejemplos de gran valor arquitectónico, que carecen de una merecida catalogación.

El fenómeno tambien se da en otras zonas como Cala Major, donde buena parte de sus chalets originales se encuentran en estado de abandono desde hace años. El cambio de usos de esta barriada, de zona turística y residencial a barrio periférico, determina en la actualidad el derribo sistemático de estos edificios. El necesario esponjamiento solicitado en repetidas ocasiones por su asociación de vecinos, con la demanda de zonas verdes, no ha revertido por el momento en resultados visibles, sino todo lo contrario.

Otras zonas residenciales como El Terreno o Amanecer tambien presentan en estos momentos notables cambios en algunas zonas, como resultado de la demolición de las viviendas residenciales edificadas entre principios del siglo XX y los años 50. La fiebre constructora afecta incluso a tejidos urbanos que hasta la fecha presentaban un carácter de conjunto homogéneo, como es el caso del barrio de Santa Catalina, que ha visto desaparecer recientemente uno de sus edificos más interesantes, de estilo novecentista, en plena plaza de la Verge del Miracle.

Ante este desolador panorama, cabe preguntarse si los intereses del sector de la construcción deben prevalecer sobre el patrimonio arquitectónico, histórico o sentimental si queremos reconocer dentro de unos años la fisonomía de algunos barrios de nuestra ciudad.

Gabriel Alomar
(texto y fotos)