La llegada del metro a la Universitat de les Illes Balears inaugura una línea de turismo impensable en los mejores tiempos de ideas novedosas. El precio del café o los jardines, unido al billete gratis, atrae a turistas y paisanos al campus y confundidos con los estudiantes viven la jornada con caras de sorpresa e interés por el lugar quizás desconocido hasta ahora.
El abuelo con su nieto viven su jornada universitaria desde la exposición de trenes miniatura, el turista con sus pantalones de verano lee la historia del tren en Mallorca y el anciano con su sombrerito parece perdido entre tanta gratuidad que le ofrece este día. Un grupo con bolsos se dirige a los jardines, goza de su merienda y luego de una reparadora siesta. Éstos explican en un idioma del este europeo el porqué de su viaje a la UIB para vivir esta reparadora costumbre latina.
Los encargados de la estación confirman que la afluencia de las siete de la mañana es de estudiantes y profesores pero a partir del mediodía, las bermudas, los bolsos y las miradas perdidas muestran claramente que no han ido a doctorarse.
Óscar Pipkin
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