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La experiencia de Dentistas sobre ruedas (DSR), aparte de alcanzar una serie de objetivos que tienen que ver con la educación sanitariobucal de personas que poco o nada sabían de ello y, de paso, extraer dientes y muelas, así como empastarlas, a quienes no han visto en su vida a un dentista, entre otras cosas porque Àfrica es muy grande y antes que resolver los problemas que plantea un mal cuidado de la dentadura hay otras necesidades, ha sido excelente por la convivencia, el buen rollo, que ha habido entre el grupo a lo largo de más de mes y medio en que han convivido en condiciones más bien malas.
En esta especie de Gran hermano, que en lo personal ha podido asemejarse esta aventura, no ha habido nominados, sólo algún que otro malentendido resuelto siempre a base de plantearlo abiertamente y discutirlo entre todos, o si no entre las partes interesadas. Y es que seguramente en ello ha influido el que todo el mundo ha estado siempre ocupado, con algo que hacer. Incluso cuando se cerraba la consulta, no siempre a la misma hora, pues más de una vez, porque se te complica una extracción, te tiras más tiempo del que has previsto.
A diferencia de ésta, en otras historias parecidas que he participado en las que el equipo dormía en una cama, se duchaba en un cuarto de baño, desayunaba, almorzaba y cenaba en una mesa, tenía internet, una radio o una tele a mano con la que se estaba en contacto con el mundo. Aquí no ha sido así. DSR ha tenido que ir desde Palma hasta el punto más alejado de Senegal siempre sobre las ruedas de tres vehículos, un todoterreno con el que te solías mover cuando llegabas al sitio, o con el que ibas a buscar a los niños que debían de pasar revisión, un camión que costeó Buenafuente y una clínica móvil muy digna. Si por el camino surgía algún problema mecánico, tenías que resolverlo tú, a veces buscando la solución de la forma más inverosímil. Y una vez establecido en un punto concreto, sea en Mauritania, un país con enormes carencias, o Senegal, todo te lo tenías que hacer tú, empezando por ir a la compra, lo cual supone desplazarse y perder mucho tiempo, sobre todo regateando. ¿Han comprado ustedes alguna vez en un mercadillo de esas latitudes donde no siempre te entiendes con el vendedor?

Primitivo
Luego tienes que hacerte la comida, generalmente en una cocina muy primitiva, en la que apenas cuentas con cuatro cacharros que en nada se parecen a las baterías de cocina y menages del hogar que tenemos en casa. Como no hay nevera, ni siquiera tienes ocasión de adquirir bolsas con cubitos, pues los que hay son de agua del país, posiblemente extraída de cualquier pozo cuyas condiciones salubres dejan mucho que desear, no te queda más remedio que ir a comprar cada día que, como decimos, es tiempo que pierdes. Luego comes, ya bien sobre una mesa que construyes con cuatro tablas que colocas sobre otros tantos tochos o en el suelo, sobre una alfombra. En cuanto a dormir... Bueno, pues en el tiempo que yo he estado allí, hemos dormido siempre en el suelo. Unos en una tienda de campaña, otros -servidor- en una habitación de un consultorio médico, en uno y otro caso metidos en el saco de dormir. Y cuando ellos estuvieron en Mauritania, más de una noche tuvieron que dormir en la calle pura y dura.