La familia García vive junto a los muros de las Hermanitas de los Pobres de la calle General Riera. Foto: CLICK

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Los García han llegado al límite, a tocar fondo. Manuel, que es el cabeza de familia, está sin trabajo; la mujer, Josefa, está enferma; sus dos hijos, Sergio y Manuel, con una minusvalía, «problemas a la hora de hablar», y un tercero en la cárcel. Y por si les faltara poco, desde hace una semana están viviendo en la calle, concretamente en la esquina de General Riera con Luís Vives, a la sombra de los muros de las Hermanitas de los pobres. El casero, harto de que no le abonaran la mensualidad, los ha echado a la calle. Y en ella siguen, con sus col- chones, somiers, cabezales, lavadora... y su perro, 'Hugo', que duerme con ellos por las noches. Manuel, de 48 años de edad y panadero de profesión, confiesa que no trabaja debido a una alergia producida por la harina. «Cobro 800 euros al mes, más 200 que le dan a mi mujer por invalidez. Los chicos no encuentran trabajo».

La vida sobre la acera es dura. Aparte de que se pasan todo el día allí, no vaya a ser que encima les roben lo poco que les queda, su futuro, al menos el inmediato, está muy negro. Un amigo que les acompaña dice que «no hay derecho que esta gente esté aquí, mientras los políticos se gastan fortunas en las elecciones». Pero esa es otra historia. Se alimentan de bocadillos, «pero entre una cosa y otra el dinero se nos está acabando». ¿Dónde está la mujer?, le preguntamos. «En Lloseta, en casa de un familiar. Está mal, ¿sabe? Recientemente le sacaron un quiste del riñón de tres kilos, y eso hace que no se encuentre bien. Y encima, sin darse cuenta se orina».

Los García, según cuenta su cabeza de familia, se conformarían «con que el ayuntamiento nos ofreciera un piso, no gratis, pero si a un precio en consonancia con lo que podemos pagar. Bajo un techo las cosas se ven de otra manera; nos podemos organizar mejor».
El hombre habló con la asistenta social, «que me propuso que fuéramos a un albergue, pero con una familia no puede ser. Es romperla, y ya la rompí una vez, por lo que ahora, que nos hemos vuelto a juntar, no es cuestión de separarse de nuevo». Y no le falta razón al hombre, «pues mientras estuve fuera de casa, el mayor se metió en la droga y terminó en la cárcel, y uno de los pequeños, el que está aquí, conmigo, dejó embarazada a una menor, y Menores le ha dado el niño a la madre». Ya decimos, se mire por donde se mire, la vida de esta familia es un drama.

Pedro Prieto