Baltasar Porcel atendió a este periódico en su casa de Valldoreix, en Barcelona.

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El linfoma en la cabeza de Baltasar Porcel se ha extinguido. El escritor empezó a percibir problemas visuales y acabó por descubrir un cáncer. Los meses de recuperación y las sesiones de quimioterapia no combatieron el espíritu creador de Porcel, que siguió madurando la incipiente novela que la enfermedad había parado. El novelista, con el linfoma ya curado, se sometió después a un trasplante de células madre para disminuir la probabilidad de recaída. Sin defensas, con un teléfono y un ordenador portátil en una habitación del Clínic de Barcelona, siguió escribiendo y pensando en su próxima obra. La experiencia del enfermo seguro que revertirá de algún modo en su creación literaria.

-Algunos dirán que ha tenido mucha suerte.
-Mi trabajo ha sido compensado pero nadie me ha regalado nada ni me ha tocado la lotería. Antes mi única suerte era no haber tenido cáncer, algo que no se cumple desde hace un año. En agosto del año pasado se me descubrió un tumor enorme en la cabeza.

-¿Cómo se dio cuenta?
-Tenía pequeños fallos visuales. El médico me hizo análisis pero salía todo bien. Fui al oftalmólogo Barraquer y se dio cuenta de que algo presionaba el nervio óptico. El médico Ramón Gomis del Clínic me llevó a Francesc Graus, jefe de Neurología y también estuve con el equipo de hematólogos. Una resonancia magnética reveló lo que tenía. En pleno agosto, organizaron un excelente equipo quirúrgico y me operaron. A las dos horas ya hablaba de forma normal. Me recetaron seis sesiones de quimioterapia. En la cuarta quedé curado, en tres meses, pero terminé las tandas, un mes más tarde, en diciembre.

-Y después se sometió a un trasplante de células madre.

-Los médicos me dijeron que el cincuenta por ciento de la gente que tenía lo que yo había padecido, reproducía la enfermedad en cierto grado. Si se reproducía me tendrían que poner radioterapia, que era peligroso. Me dieron como solución el trasplante de células madre.

-¿En qué consistió?
-Me enchufaron a una máquina que vació en dos sesiones cinco veces mi sangre, escogía las células madre y las guardaba en una nevera. Trabajaba con el ordenador y el teléfono en el Clínic, con vigilancia constante. Se reían de mi actividad. En ese momento me quedé sin defensas. Me aplicaron dos tandas de quimioterapia más fuertes que la vez anterior, que han provocado la caída del cabello. Me pusieron de nuevo las células madre y al cabo de una semana empecé a tener defensas.

-Y siguió con la novela, desde la habitación del Clínic.

-Durante estos meses estuve pensando mucho en la novela, que tuve que parar por la enfermedad. El fondo sociológico del libro es la Barcelona actual, en la que salen muchas capas sociales. Hay dos personajes claves: un poderoso financiero y un profesor universitario que hace campaña de izquierdas en un barrio suburbial de Barcelona. El título probable es El senyor del castel. Será un libro de filosofía darviniana, como muchos otros míos. Darwin es el pensador científico moderno que pronuncia mejor la verdad del mundo.

-¿Una novela es una excelente historia?
-No, una novela es una recreación de las pasiones del ser humano. La historia es un simple conducto, que es lo contrario de lo que piensan los editores. Lo que priman son los best sellers basados en una historia muy trazada, como en El nombre de la rosa, que tuvo mucho éxito pero que encontré muy pesada. En estos libros la historia se come la densidad del contenido. Sería como pensar que una pintura es mejor si tiene muchos personajes y representa ambientes históricos.

-¿Qué habría sido de usted si hubiera escrito sus novelas en castellano?

-Me habría ido mucho mejor, suponiendo que hubiera hecho en castellano lo que he hecho en catalán. El castellano es un idioma con una gran tradición literaria y prestigio, que cuenta con un estado y con muchos profesores de enseñanza media que lo enseñan. El catalán tiene tanta fuerza creativa como el castellano o el italiano pero los lectores son diferentes. En Catalunya me comentan que uso demasiadas palabras. En Mallorca me critican que use formas gramaticales catalanas. Es de risa. Escribir en catalán es complicado, con un mundo profesional pequeño y sujeto a penurias y dramas. Yo no escribo en catalán por un hecho político sino porque el mallorquín es mi lengua y con la que me siento plenamente creador.

-¿Qué ha representado para usted el periodismo?
-Algo tan importante como la literatura. He hecho un trabajo de un determinado peso. Me ha gustado hacerlo y me ha servido para dialogar con el mundo. Ha sido una forma de ganarme la vida. En literatura no he hecho nunca un esfuerzo para hacer un libro que gustase. En periodismo he querido que se me leyera, y que se pudiera publicar lo que he escrito.

-Los escándalos de Andratx, ¿darían para más novelas como 'Olympia a mitjanit' o la corrupción se ha vulgarizado en una sociedad que, como usted dice, se ha vendido a sus muertos?

-Los medios de comunicación y los políticos han hablado de grandes cosas pero nadie concreta nada. En Marbella se ha concretado enseguida pero en Andratx es muy extraño porque nadie dice nada. Suponiendo que lo de Andratx fuera una historia de corrupción, creo que es una historia de segunda o de tercera, igual que en Marbella, de una excesiva simplicidad.

-Fundació Caixa Catalunya le rendirá un homenaje en Barcelona a final de mes. ¿Qué le parece?

-Muy bien. Al margen de que sean unos actos dirigidos a mí, me parecen una prueba de salud colectiva de estímulo para la gente que trabaja. Me dejó muy reconfortado que tres amigos lo hayan organizado: Sergio Vila-Sanjuán, Joaquim Palau y Àlex Susanna. De la misma manera, que un día Damià Pons me explicó que preparaba en Mallorca algo para después del verano, organizado por la UIB y La Caixa. Será algo importante, más académico que en Barcelona. También se ultiman números especiales sobre mí en las revistas Lluc, Serra d'Or y en el suplemento Culturas de La Vanguardia.

Carles Domènec
(texto y foto)