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Aunque desde hace dos años escuchamos aquello de que estábamos en el ecuador de la legislatura, parecía que el día en que estábamos llamados a ejercer nuestro derecho al voto no llegaría nunca. Pero al fin está aquí. Algo más de 700.000 ciudadanos de Balears tenemos hoy la opción de acudir a nuestro colegio electoral para participar en eso que algunos llaman «la gran fiesta de la democracia» o bien dejarnos llevar por la desidia y elegir otros planes. Los meteorólogos anuncian algún riesgo de chubasco matinal pero tiempo soleado en general, así que los candidatos a ocupar los principales cargos de nuestras instituciones tienen como rival principal a eso que solemos hacer muchos cuando es domingo y sale el sol: ir a la playa.

De hecho, la participación es una cuestión fundamental en unas elecciones, pero lo es más para unos que para otros. De ahí que el mensaje último y más sincero de cualquier político es «acude a votar». Importa a quién, por supuesto, pero sobre todo interesa que la ciudadanía participe, que haga suyas las propuestas políticas y sea clara a la hora de respaldar una u otra opción.

Lo hemos visto en Francia, cuando los electores han acudido a votar en masa simplemente porque los candidatos supieron cautivar a la población con sus mensajes constructivos, con su ilusión y sus deseos de cambiar las cosas.

Aquí es más difícil, porque la campaña ha sido demasiado larga y demasiado ruidosa. Hoy no hay tiempo ni lugar para las proclamas. Lo único que se puede hacer es invitar a todo el mundo a participar, a tomar parte, porque de eso, en el fondo, depende el color y la forma de nuestra sociedad en los próximos cuatro años. Dentro de unas horas, la solución a todas las incógnitas y si no se producen mayorías absolutas, hoy mismo se levanta la veda para la negociación.