Silvia Salas está muy desmejorada. Ha perdido 9 kilos.

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Silvia Salas no tiene suerte con los hombres. Eso está más que claro. Vean, sino:

Vive rodeada de pastillas, con los ojos encharcados de lágrimas, pero tratando de disimular su tragedia ante su hijo. También su aspecto es distinto. «En este tiempo he perdido 9 kilos».

Hace unos meses les contamos que Silvia tenía pareja, con el que hacía cuentas casarse. Se trata de un joven empresario con negocios (bares) en el Coll den Rabassa.

A Silvia, que trabajaba en uno de ellos, se la veía feliz, muy relajada. Sobre todo porque su hijo veía bien la relación. Pero la realidad era otra.

Sentados en el sofá del salón de la casa que «hemos comprado», pero que «estoy pagando yo» a pesar de que «él se llevó la escritura y el catastro», Silvia nos cuenta la historia, la real, que «aunque venía de lejos en forma de maltratos psicológicos... Por ejemplo, me impedía que hablara con mis amigos, incluso con mi madre, con la que me obligó a cortar...», estalló en la última Nochevieja, «donde él me propinó una paliza, la primera de las cinco que me ha dado, obligándome a ir a trabajar».

La primera vez que la golpeó fue en la última Nochevieja, la quinta y última el 11 de marzo, que fue cuando presentó denuncia. «La primera me agredió delante de mi hijo. Como se había quedado sin camarera, quiso que fuera yo al bar. Al negarme, pues mi madre no se podía quedar con el niño, me golpeó delante de él. Entonces yo llamé a la policía... pero terminé trabajando en el bar, con mi hijo durmiendo en una silla, a mi lado». Pero la última fue peor: «Me contusionó dos costillas, me partió el labio, recibí golpes en cuello, tronco y espalda...». Silvia saca de un cajón certificados médicos y la denuncia interpuesta. «Pues yo, cada vez que le he visto -le digo- no me ha parecido agresivo». Es la táctica del agresor. Finge de puertas hacia afuera, pero cuando se cierra la puerta, y quedamos detrás de ella, muestra la otra cara...». Hace una breve pausa, pone en orden sus ideas y retoma el relato: «Antes de llegar a golpearme, me sometió a continuos malos tratos psíquicos. En una ocasión, padeciendo un cólico nefrítico, me obligó a dormir durante una semana en el suelo para que, según él, aprendiera a valorar las cosas. Porque según él, yo era la inmadura y él muy maduro, el que llevaba la casa sobre sus espaldas... Yo, que he sido una mujer que ha sabido afrontar cualquier situación por difícil que fuera, he visto como este hombre me ha anulado. Jamás necesité un antidepresivo, ni un psicólogo, en cambio ahora ya me ves».

Pedro Prieto/Foto: Click