La alcaldesa en funciones recogió ayer sus pertenencias personales. Foto: SEBASTIÀ AMENGUAL
Decía el poeta y filósofo romántico alemán Novalis que «todo recuerdo es melancólico, y toda esperanza, alegre». Quizás por ello, el sentimiento predominante ayer en el Ajuntament era el de la melancolía, porque ayer concluía un mandato que ha sido especialmente intenso, y que dará paso, a partir de hoy, a un cambio de gobierno, en donde la popular Catalina Cirer será sustituida por la socialista Aina Calvo. En su último día como alcaldesa de Palma, Catalina Cirer experimentó, sin duda, ese agridulce sentimiento de melancolía, pero también otros, como el de alegría por las muestras de afecto recibidas, o el de pena por no haber conseguido finalmente la reelección, o el de ilusión por su deseo de seguir trabajando por Palma y por las personas que en ella viven, o el de gratitud por la labor desarrollada por su equipo de gobierno y por las personas que les dieron su voto, e incluso el de esperanza, por el presente y el futuro de esta ciudad.
En otros despachos y en otras áreas hubo también todos esos sentimientos ya descritos, así como igualmente abrazos y besos de despedida, y también algunas lágrimas, tanto en el caso de los ediles populares que no seguirán en la vida municipal como en el de quienes sí continuarán en el Consistorio, aunque ya no formando parte como hasta ahora del equipo de gobierno de Cort. En el primer caso se encontraban ayer Javier Rodrigo de Santos, Pedro Àlvarez, José Manuel Sierra, María José Frau y Begoña Moragues, y en el segundo Francisca Bennàsar, Àlvaro Gijón, Rafel Durán, Margalida Ferrando, Marina Sans, Rogelio Araújo, Catalina Terrassa, Sebastià Sansó y Carlos Veramendi.
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