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Visiblemente emocionado y sin más boato que unos sencillos aperitivos regados con refrescos y un poco de cava catalán puso ayer Jaume Matas Palou punto y final a 20 años de carrera política. Lo hizo en Llucmajor y no por nada en especial, sino porque tocaba inaugurar la magistral reforma del claustro de Sant Bonaventura.

¿Se va Matas por la puerta grande? Ni idea. Aunque ayer en Llucmajor se bajó de este tren para desaparecer por uno de los modestos portillos que tantas veces cruzaron decenas de austeros monjes franciscanos de la Tercera Orden Regular. Qué cosas tiene la política.

Jaume Matas dijo adiós a todo esto con la única compañía del conseller de Turismo en funciones, Joan Flaquer, el alcalde de Llucmajor, Lluc Tomàs, y viejas glorias peperas como Gaspar Oliver o Eduardo Vellibre. Ni rastro de los portadores del nuevo aire que debe refrescar al PP balear. Repito, qué cosas tiene la política.

Jaume Matas se fue discreto sin hacer demasiado ruido. Sólo con una advertencia a los prohombres que mañana nos gobernarán. «La grandeza de la política es trabajar para mejorar las cosas y la calidad de vida de los ciudadanos». A los que vienen y a los que algún día volverán, Matas les pidió que mantengan este espíritu, «por encima de ideologías» y de «disputas políticas». Así sea.

e Matas inaugura en Llucamjor su última obra pública, página 33