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JOSE SEVILLA
«En unos 15 días regresaremos a Mallorca y nos iremos de fiesta por Inca, que es donde vivo yo, y de paso podremos visitar Alcúdia y Pollença que en esta época tiene mucha vida». El tío del soldado mallorquín herido en Líbano, Juan Paz Soler, de 19 años, se refería así, anteayer en Madrid, a su cercano regreso a Mallorca. El casco azul palmesano, con quemaduras de segundo y tercer grado en brazos y rostro, no quiso realizar declaraciones («estoy enfadado con los periodistas porque uno se hizo pasar por un amigo mío para sacar información a mi traductor en el hospital de Sidón») pero sí reconoció que le gustaría tomarse un plato de sopes mallorquines y salir por el Passeig Marítim. Los médicos afirman que evoluciona favorablemente. Y debe ser verdad porque se le ve bien pese a las quemaduras en extremidades y cara.

Cuando le preguntas, dice que no va a hablar de nada. «¿Sería posible hacerle una foto?» «Sí», responde, «pero con mi amigo». Recuerda que una revista española les sacó fotos en el hospital libanés mientras estaban sedados con morfina, estado en el que permanecieron los cuatro días después de la bomba accionada por extremistas islamistas.

Ingresado desde el sábado en el hospital Militar Central Gómez Ulla de Madrid -una semana después del atentado que acabó con la vida de seis de sus compañeros de la Brigada Paracaidista que ocupaban un BMR-, Juan sólo se queja por el poco sabor de las patatas del centro sanitario. «Dilo sin miedo: la comida de un hospital no es buena», sonreía una simpática enfermera encargada de curarles todos los días. El militar palmesano cubre varias veces cada día los diez metros de pasillo que le separan de la habitación de quien se está convirtiendo en su amigo del alma, el otro casco azul español herido, Enrique Vázquez, madrileño de 21 años, con quien recuerda los momentos pasados en el país de los cedros.