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El protagonismo del pueblo marcó hace ocho años la multitudinaria toma de posesión de Francesc Antich como president del Govern (el primer presidente socialista de Balears) en una en una ceremonia que, en realidad, fueron dos: primero una sobria promesa de su cargo que se celebró a la intempestiva, y poco protocolaria, hora de las tres de la tarde.

Igual que hoy, Francesc Antich había previsto prometer su cargo a las 19 horas en La Lonja. Sólo que, surgió un «pequeño problema»: el Rey iniciaba ese día, 27 de julio de 1999, sus vacaciones estivales y el protocolo obligaba a que le recibiera «el president». El mensaje de Zarzuela se recibió en el Consolat de la Mar el día anterior. Antich prometió su cargo, casi en la intimidad (con el entonces ministro de Administraciones Públicas, Àngel Acebes), y su primer acto fue ir a esperar al monarca. Pero se mantuvo la ceremonia de las siete de la tarde.

A una Lonja abarrrotada de público y con la plana mayor de la ejecutiva federal del PSOE y de otros partidos de izquierda, Antich llegó escoltado por maceros del Consell y lanceros de Cort. El jefe de Protocolo anunció «les habla el president de les Illes Balears» y Antich se dirigió por primera vez como president a las personas allá congregadas. Frente al escenario estaban sentadas las personas que iban a formar parte de su primer Govern.

Allí, en una ceremonia insólita, el president firmó en directo los decretos de nombramiento de sus consellers y sus conselleras. Sus nombres se citaron en voz alta y subieron al escenario. La emotividad de aquellos momentos ha entrado a formar parte de la iconografía de la izquierda de las Islas.

Puertas abiertas
Desde mucho antes de las siete de la tarde la gente (convocada expresamente o a través del boca a oreja) se agolpaba en la plaza. Nunca habían vivido algo semejante en Mallorca. Lo más parecido había ocurrido 20 años antes en la Plaza de Cort de Palma cuando el socialista Ramón Aguiló accedió a la Alcaldía de Palma. Aquella tarde de julio en que Antich «se presentó» a la ciudadanía como president hacía un calor especial. Había personas que lloraban y otras que no podían contener la emoción. Posiblemente nunca, ni siquiera hoy, se vivirá algo semejante.

«Que el pueblo asuma este protagonismo, que participe en la configuración de lo que a todos nos concierne y nos toca», dijo el president Antich quien añadió que cualquier cambio de gobierno «abre siempre una perspectiva de futuro llena de esperanzas para muchos».

Tras el discurso llegó la hora del cóctel. Se servía en patio que comunica la Lonja con el Consolat. No había forma humana de moverse. Alguien de la nueva mayoría dijo «que abran las puertas». Y finalmente se abrieron.