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Parece ser que a la inmensa mayoría de los españoles el debate sobre el estado de la nación le trae sin cuidado, pues las cuotas de audiencia de la retransmisión televisada han rozado el ridículo. No es de extrañar, si se programa en pleno mes de julio, con el curso político cerrado y medio país de vacaciones. Pese a ello, el anuncio sorpresa de José Luis Rodríguez Zapatero de poner debajo del brazo de cada recién nacido 2.500 euros logró acaparar el interés de la prensa casi tanto como la incredulidad de su propio equipo de gobierno. Al parecer, Zapatero estaba improvisando y todavía se ignora en el Gobierno cómo, cuándo y de dónde saldrá el dinero para alegrar el día a las familias que se animan a crecer.

Es un gesto, desde luego, bienvenido para quienes están en situación de tener hijos, pero que a la hora de la verdad quedará para la historia como gesto progagandístico y casi demagógico. Porque tener un hijo es hoy en día una hazaña económica casi tan costosa como comprar una vivienda y ¿qué solucionan 2.500 euros? Poco o muy poco. Y si comparásemos esta medida con el apoyo a las familias de los países más avanzados de Europa nos echaríamos a reír por no llorar.

Pero a Zapatero le gustan los golpes de efecto y con éste logró barrer los ataques que Rajoy -al que muchos consideran acabado como líder de la oposición- le lanzaba sobre la necesidad de explicar los encuentros con ETA, exigiéndole que demuestre su inocencia. Salida fuera de tono porque, en cualquier caso, lo que habría que demostrar es su culpabilidad. Queda menos de un año para las elecciones generales y los grandes partidos calientan motores. Sus estrategias se están definiendo y de aquí a marzo de 2008 nos van a «regalar» toda clase de enfrentamientos completamente alejados de los verdaderos intereses de la ciudadanía.