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NEKANE DOMBLÀS
Doce años después de haber sido elegida presidenta del Consell de Mallorca gracias a un acuerdo singular en el que participaron PSOE, PSM y UM, Maria Antònia Munar, presidenta por antonomasia, deja el Consell de Mallorca. Lo hizo el pasado 2 de julio, en una renuncia previa necesaria para convertirse en la primera mujer que preside el Parlament. Un hecho histórico que da vía libre a otro hecho histórico: otra mujer, Francina Armengol, será la primera socialista que presida la institución insular en 24 años de autonomía.

Tal ha sido la simbiosis entre la presidenta y la institución, que en algunas ocasiones ha parecido que el Consell y UM eran lo mismo. No ha sido así, pero también es cierto que la presencia continuada de UM durante todos estos años en el Consell de Mallorca ha dado a la institución un impulso y un protagonismo político que nunca hasta entonces había sido. En estos doce años, el Consell ha dejado de ser una institución secundaria supeditada al Govern para convertirse en el auténtico gobierno de Mallorca, como le gusta decir a la recién elegida presidenta del Parlament.

Munar llegó en 1995 a la Presidència del Consell gracias a un acuerdo entre el PSOE, UM y PSM y después de que Gabriel Cañellas, presidente de los populares por aquel entonces, intentara acabar con el partido de Munar elevando al cinco por ciento el mínimo para poder entrar en el Parlament. UM consiguió el porcentaje y se vengó de Cañellas, como ahora se ha vengado de Matas. Para desconsuelo del entonces líder del PP, no sólo pactó con la izquierda sino que además se alzó con la Presidència ante el temor socialista a que UM pactara con el PP.

Fue el primer Pacte de Progrés, presidido con Munar pero con dos vicepresidencias ejecutivas: la de Francesc Triay (PSOE) y la de Pere Sampol (PSM). Mientras en el Consell se fraguaba el primer pacto de izquierdas, en el Govern, se sucedían las crisis y las dimisiones de presidentes. Primero fue Cañellas, después Soler y finalmente llegó Matas, que aguantó tres años hasta el final de legislatura.

La inestabilidad política del Govern permitió al Consell adquirir un protagonismo que tal vez no hubiera conseguido de otra forma. Pasó a considerarse una institución de primer orden y se pusieron en marcha acciones de gran calado político, especialmente en materia territorial. El Consell con Munar en la Presidència y Francesc Quetglas como conseller de Ordenación del Territorio aprobó la primera gran moratoria que impidió la construcción de 76 urbanizaciones.

Sin embargo, no todo fue de color de rosa en la institución insular. El visto bueno a la planta incineradora provocó una grave crisis en el Consell hasta el punto de que la presidenta de la institución tuvo que cesar a los consellers del PSM. La sangre no llegó al río y a los pocos días se recomponía el acuerdo, tras el compromiso de los nacionalistas de aceptar los dos hornos de incineración.