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Han pasado casi tres décadas para que el Coliseo Balear fuera testigo de la toma de una alternativa. El novillero catalán Jiménez Caballero se doctoró en Palma con un padrino de excepción, El Cid, y un testigo con unos apellidos, Rivera Ordóñez, que imponen en el difícil mundo de los toros.

El nuevo matador no defraudó ni a sus incondicionales ni al público que pobló los tendidos del coso palmesano. Fueron dos orejas, y pudieron ser más, en una noche, donde la terna brilló a gran altura ante un ganado que se prestó, salvo alguna excepción, al lucimiento.

La temporada en Palma, con un horario, eso sí, poco taurino, arrancó con buen pie. La empresa acertó de pleno con el primer cartel, pero debiera estar un poco más atenta a lo que dicta uno de los compendios más antiguos de las diferentes legislaciones españolas.

Ahora, el próximo capítulo que se verá en el Coliseo Balear será una corrida de rejones el próximo día 19, una disciplina, la del toreo a caballo, que poco a poco va encontrando adeptos entre la afición palmesana y mallorquina.

R.V.