TW
0

Al llegar a la bahía de Pollença, desde la rotonda que distribuye el tráfico entre la carretera de Palma y Alcúdia, una agradable y fresca brisa nos da la bienvenida. Es el mejor regalo tras cruzar el centro de la isla a una temperatura más propio de un horno.

Las aguas de esta bahía, muy diferentes en coloración y aspecto a la de Palma, son especialmente apropiadas para el wind surf, cuyos aficionados han ligado ya su presencia a la zona de La Gola, donde desemboca el torrente de Sant Jordi. Un lugar donde no abundan los bañistas.

A medida que avanzamos en dirección al puerto, aparecen los característicos pinos de Llenaire. Más allá y tras un dique que marca el principio de la arena, destaca la estampa del hotel Uyal, todo un clásico con sabor a casal mallorquín y con un aire colonial. En su terraza encontramos a dos familias francesas que nos invitan a tomar unos refrescos en la terraza.

Son: Aurora, Aullé Claire, Lucas, Christopher, Helene, Eric, Johann, Marie Pierre y Jean Yves, de las regiones de Bretaña y Agde, quienes visitan toda la isla en coche.

«Lo que más nos gusta de Mallorca es el paisaje en las áreas naturales, libres del exceso de construcciones que dominan muchas de las zonas que hemos visitado. En algunas playas hemos encontrado plásticos y otros residuos, aunque en el Levante peninsular todo está más saturado. En Mallorca se está a tiempo de evitar que ocurra lo mismo. Pero si sigue creciendo todo se echará a perder. Lo peor son los turistas que chillan y molestan».