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Dimitri Orloff, uno de los huérfanos rusos que la ONG Infants del Món ha traído a Mallorca a pasar unas semanas de vacaciones, es uno de esos niños que abruman por su alegría e ilusión, pese a que en su 10 años de vida no lo ha tenido fácil.

La madre del pequeño murió en el parto y del padre nunca se supo nada, por lo que Dimitri pasó a ser uno más de los huérfanos de Murmansk, en el ártico ruso. Además, la situación del joven está agravada por su salud, pues nació sin un riñón y con problemas cardíacos, además de sufrir una marcada sordera y un retraso en el desarrollo corporal.

Pero los golpes de la vida no han acabado con el ánimo de Dimitri, que muestra la curiosidad y emoción típicas de un niño de su edad. El pequeño lleva tres años viniendo a Mallorca, y en cada ocasión se ha adaptado perfectamente a la Isla y a las familias que le han acogido.

Los dos últimos veranos Dimitri los ha pasado con Juan Carlos, Leonor y los tres hijos de la pareja. La familia, que ya había acogido a una niña saharaui hacía unos años, supo de Infants del Món gracias al centro de logopedia al que acude su hija mayor debido a una sordera profunda. La ONG necesitaba a una familia que conociese los problemas que puede llevar cuidar a un niño sordo, y la pareja estuvo dispuesta a acoger a Dimitri.

Aunque la sordera y el idioma complican la comunicación, a la familia no le cuesta tratar con Dimitri, que siempre se muestra atento y agradable con los que le rodean. Es un niño con el que es muy fácil convivir, afirma Leonor, y no duda en compartir y ayudar, aunque por lo visto las tareas domésticas no son del gusto del pequeño.

Pero pese a la desbordante felicidad de Dimitri, hay ocasiones en que los años en el orfanato muestran sus secuelas. Juan Carlos recuerda que en el verano pasado Dimitri escondía a veces parte de la comida, como si quisiese asegurarse las provisiones.

Además, la probable falta de recursos del orfanato empeora la situación, pues el pequeño tiene una sordera parcial que, con la debida educación, no habría impedido que Dimitri hablase. En cambio, hoy por hoy el niño es mudo y tampoco sabe leer ni escribir.

Sí, Dimitri no lo ha tenido nada fácil, pero eso no impide que sea un niño como cualquier otro. Al pequeño le encanta la piscina y montar en bicicleta, detesta el pescado y no le hacen mucha gracia las algas y las escaleras mecánicas. Este es el tercer verano que el pequeño visita la Isla, y ha compartido su felicidad con todos los que han estado con él. Esperemos que el año que viene Dimitri vuelva a estar con nosotros.

Cristóbal Ripoll