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El Ministerio del Interior está distribuyendo carteles con las fotografías de seis presuntos etarras de quienes se sospecha que pudieran estar preparando atentados. Se pide una vez más la valiosísima cooperación de la ciudadanía para localizar y detener a estos presuntos terroristas. Es una medida lógica, pues es probable que así puedan sentirse acorralados estén donde estén, al dejar de ser rostros anónimos. Tras la detención de importantes dirigentes de la banda, ETA ha perdido su «cabeza» y ahora es necesario encontrar a los activistas que pueden tener órdenes para atentar en cualquier momento. Estamos, pues, ante una encrucijada en la que la colaboración ciudadana podría propiciar un golpe maestro a la estructura etarra, debilitándola de forma notable.

Pero hay un dato preocupante, quizá más que el resto. Las fuerzas de seguridad buscan a Aitzol Etxaburu, Ander Múgica, Eneko Zarrabeitia, Joseba Mikel Olza, Leire López y Saioa Sánchez, algunos con antecedentes en la kale borroka. Lo inquietante es la juventud de estos miembros de ETA, que da la sensación de haberse incorporado a la banda terrorista recientemente. Son apenas chavales que, en vez de estar estudiando, trabajando, preparando planes de boda o divirtiéndose con amigos como hacen los chicos y chicas de su edad, se han introducido en un túnel oscuro y profundo del que sólo podrán salir esposados para ir directamente a la cárcel.

Hay que preguntarse por qué un joven vasco elige esa senda, qué clase de mentiras tiene en la cabeza y cuánta manipulación habrá padecido para acabar así. Ojalá la policía logre dar con ellos cuanto antes y así, al menos, acabarán en prisión con delitos menos graves que si, finalmente, consiguen cumplir las órdenes de sus «jefes» y cometen un atentado.