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GERMÀ VENTAYOL El tranvía puede volver a recorrer las calles de Palma casi 50 años después de que se retirasen las últimas unidades, todo indica que este medio de locomoción será la «estrella» de la presente legislatura con el Govern del presidente Antich; como el metro lo fue durante la anterior bajo el mandato de Jaume Matas.

La primera mitad del siglo XX la presencia del tranvía era una constante en la vida de los palmesanos, a pesar de que el servicio -que se inició 20 de septiembre de 1891- nunca destacó por su eficiencia; circunstancia que generó no pocas protestas por parte de los usuarios que, al final, acabaron viendo con buenos ojos la llegada de los autobuses para cubrir el transporte público de la ciudad.

La Sociedad Mallorquina de Tranvías fue la empresa que dió orígen a la llegada del ferrocarril urbano a Palma, la cual se encargó de gestionar el servicio -entonces con tracción animal- hasta julio de 1916, cuando se procedió a la electrificación de la primera línea; la que enlazaba con Portopí.

La electrificación de las líneas, para lo que se constituyó la Sociedad General de Tranvías Eléctricos Interurbanos, supuso el inicio de una etapa de considerable expansión, aunque no exenta de dificultades derivadas, principalmente, de la convulsión social del país. No obstante, en 1921 ya se había superado la cifra de cinco millones de pasajeros transportados.

Es en la década de los años veinte cuando la red del tranvía palmesano crece de una manera siginificativa hasta alcanzar los 51'7 quilómetros de longitud.

Al margen del trayecto hasta Portopí, Palma contó con tranvías que unían el centro de la ciudad con las barriadas más importantes: Pont d'Inca, Cas Català, Es Molinar y Son Rapinya en 1920; Gènova y La Soledat en 1922; Can Pastilla, s'Arenal y Establiments en 1926; y el Coliseo Balear en 1929.

No sería hasta seis años después, en 1935, cuando entraría en servicio la conexión con el muelle de La Riba, la cual sería clausurada al año siguiente.
El conflicto bélico acabó convirtiéndose en el golpe de gracia del tranvía en Palma. Los contínuos cortes en el suministro de energía eléctrica se traducían en inevitables interrupciones en el servicio, cuestión que se acabó convirtiendo en un rechazo a la utilización de este transporte público.

La situación -entre el 39 y el 45 se perdieron más de cuatro millones de pasajeros- puesto que además de los cortes eléctricos, el pasaje debía soportar un parque móvil viejo y destartalado.