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Durante cinco días, la Feria de Fráncfort ha convertido la ciudad alemana en la sede mundial de la literatura. Probablemente, pocas personas conocían la existencia del evento hace unos años, un evento dedicado en exclusiva a la compra y venta de derechos de autor capaz de generar un volumen de negocio muy elevado. Sin embargo, el hecho de que la cultura catalana haya sido la invitada de honor ha propiciado, por una parte, una mayor proyección de la feria en nuestro país y, por otra, ha permitido promocionar una cultura que en numerosas ocasiones ha denunciado encontrarse en la periferia de una literatura nacional más poderosa. Balears, como parte de esa cultura catalana, ha tenido su protagonismo, plasmado en una serie de actividades organizadas desde el Institut d'Estudis Baleàrics.

Todavía es pronto para analizar el éxito o fracaso de los editores y escritores de las Islas en Fráncfort, pero sí se puede realizar un primer balance de si se ha canalizado de forma adecuada la presencia isleña en la feria. De entrada, Quim Monzó no dejó en muy buen lugar a las Islas en su discurso inaugural, haciendo especial hincapié en la imagen del turismo de sol y playa y en la destrucción del paisaje, aunque sí destacó a Ramon Llull, filósofo, narrador y poeta mallorquín, como referente de la literatura catalana en Europa. Ciertamente la presencia balear no despuntó en el extenso programa de la feria dedicado a la literatura catalana. Sin embargo, dos escritores baleares abrieron y cerraron los actos, Carme Riera y Baltasar Porcel, respectivamente, hecho que demuestra el buen estado de nuestra literatura.

De ahí que la pregunta sea: ¿Han acaparado la suficiente atención nuestros editores y escritores de sus homónimos alemanes? Con toda probabilidad se podía haber hecho mejor, pero todos han trabajado duro para exprimir al máximo una oportunidad única, a pesar de la dificultad que supone vivir en la periferia de la periferia de la cultura catalana.