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Los expertos lo advierten y los estudios lo confirman: Balears está a la cabeza nacional en porcentajes de fracaso escolar. Los últimos informes de la Conselleria d´Educació hablan de un 38 por ciento de alumnos que abandonan los estudios antes de tiempo o no consiguen los objetivos académicos mínimos. El 8'5 por ciento de los alumnos de sexto repite curso, una cifra muy por encima de la media nacional, fijada en el 6'3 por ciento, según el avance de estadísticas de 2008 elaborado por el Ministerio de Educación sobre el curso escolar 2005-2006.

El origen del fracaso se debe buscar cuando aún no es visible y sus consecuencias se arrastran más allá de la salida del centro: cerca del 72 por ciento del desempleo en menores de 25 años está relacionado con el abandono prematuro de los estudios. Ese es el panorama. En lo que todos están de acuerdo es en que la solución debe pasar por una acción global.

«Reducir el porcentaje de fracaso escolar es una de nuestras prioridades para esta legislatura y para ello pretendemos actuar en múltiples frentes», reconoce la consellera. Menciona, por ejemplo, la puesta en marcha de un plan de fomento de la lectura o la adhesión a un plan ministerial de acompañamiento escolar o de refuerzo educativo para los alumnos con una especial problemática familiar.

Consellera y directora de instituto hasta hace poco, Galmés asegura que en los centros ya se aplican muchas medidas tendentes a combatir el fracaso escolar. «Creo mucho en la autonomía del centro para utilizar las estrategias que considere convenientes para abordar esta problemática, desde planes de orientación, grupos de diversificación, desdoblamientos o proyectos de intervención educativa. Son herramientas que cada centro sabe aplicar y desde la administración debemos ayudarles, pero sin arbitrar medidas demasiado amplias o generales, porque lo que en un colegio o instituto sirve en otro puede no dar la respuesta esperada».

A mitad de curso
El problema existe, cuenta, pero «a veces las cifras son demasiado frías», porque, por ejemplo, se contabiliza como fracaso escolar al alumno que llega de fuera a mitad de curso, que no conoce el idioma y que suspende porque no ha tenido tiempo de adaptarse al sistema, no porque no sea capaz o porque existan algunos de los problemas que se asocian con el fracaso.

Por supuesto, la administración balear es muy consciente de la necesidad de, paralelamente, «formar la conciencia del empresariado, para que exija titulaciones a los jóvenes que contrata y que ésta se vea como un valor».

Junto a la acción en el centro y con el mundo empresarial, la consellera apunta la necesidad de trabajar con las familias.
En definitiva, la consellera Bàrbara Galmés opina que la responsabilidad del fracaso escolar en Balears se reparte prácticamente a partes iguales entre las administraciones, la familias, el profesorado y los alumnos.

«No podemos cargar las culpas sólo en una de las partes, porque no es así, si falla una de ellas, el resto se resiente y cae todo. Porque en temas de educación, como en otros, a veces la anécdota se convierte en categoría y hay que tener cuidado de no generalizar los motivos».

Albert Catalán, técnico del Programa de Orientación y Transición a la Universidad (POTU), dependiente de la UIB y de la Conselleria d´Educació, tiene claro que las razones del fracaso no deben buscarse sólo en 4º de ESO o en el Bachillerato, «pues en las charlas que damos en estos cursos la mayoría de los alumnos reconocen su intención de seguir estudiando». «El fracaso escolar se gesta mucho antes y debe rastrearse hasta la educación Primaria e, incluso, la Infantil». «Las causas -resume- van desde el modelo socioeconómico de las Islas, que no incentiva la formación y propicia una cierta cultura del ocio, hasta el cambio de actitud de la sociedad y las familias, pues hemos pasado de un antiguo modelo autoritario, en el que decirle a un alumno que se iba a llamar a sus padres resultaba catártico, a la situación actual de desafío constante y reivindicación de derechos por parte de muchos padres, a costa siempre de restar autoridad al docente».

Otras causas son propias del sistema educativo y requerirían la voluntad política para su erradicación, «como la formación de los profesores de Secundaria, la escasa financiación, la descoordinación entre niveles educativos, o también la poca flexibilidad de estudios ...».