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A Amador Font Gayá, natural de Vilafranca, la vida le ha dado dos fuertes golpes en los últimos años. Hace cinco, perdió la vista sin más. «Estaba desollando dos conejos y me quedé a oscuras. Desde entonces no he vuelto a ver más». Encima, un 'socio' suyo le metió en un lío, sin él saberlo -«sin saber siquiera que era socio mío», dice-, que le ha dejado en la ruina. De ahí que tenga que vivir en Can Gazà. «Pero de esto, que lo tengo en el juzgado, no quiero hablar».

Enero de 2000 Amador, antes de quedarse ciego trabajaba en el campo «y últimamente de jardinero». Un mal día, el 16 de enero de 2000, perdió la vista definitivamente. En un segundo se le apagó a luz, dejándole con los conejos en la mano. «Fue un glaucoma. ¡Y qué le vamos a hacer! A partir de ahí tuve que empezar de nuevo, puesto que me quedé sin saber andar, ni nada. No se puede imaginar nadie lo difícil que es eso, volver a empezar a los 60 años. Pero, o te quedabas así, sin hacer nada, lo que para mí es una cobardía, o te espabilabas. Desde luego que lo que me pasó es una putada, ¡y grande! Porque, mira, si te quedas sin un brazo o sin una pierna, puedes hacer muchas cosas encima puedes ver. Pero perder la vista... Sin embargo, yo pensé que todo era posible. Que no volvería a ver, pero que podía hacer muchas cosas de las que hacía antes, como escribir en el ordenador, cosa que estoy aprendiendo otra vez, caminar, ir de un sitio a otro, como también estoy haciendo ahora, poco a poco, pero lo estoy haciendo. Me muevo por toda la casa, salgo a la calle, llego hasta el bar o a la farmacia sin problemas... No veo, pero me lo imagino. ¿Que si me ha sido difícil saber orientarme y desplazarme...? Con ayuda de Javier, pues no mucho. Es un buen profesor».

En Can Gazà hace lo que puede. «Mejor hacer algo que nada. Haciendo cosas ves que puedes ser útil. Ahora me entretengo pelando almendras».
Soltero, Amador no tiene contacto con sus hermanos. «Son problemas familiares que no interesan. Aquí estoy bien». l Fotos: Click