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yer , hace tres años, todos los diarios del mundo sin excepción contaron la tragedia del 'tsunami' del Índico que afectó, principalmente a Banda Ache (Norte de Indonesia) Sri Lanka y Puket (Tailandia), y que se cobró mas de trescientas mil víctimas, entre ellas muchísimos turistas.

Ultima Hora estuvo allí. En Indonesia, a donde llegamos volando con Futura, con el Fons Mallorquí de Solidaritat y Bombers Sense Fronteres. En Tailandia, con una ONG de Calvià.

Quien suscribe, que formó parte de ambas expediciones, y que ha vivido otras tragedias, no recuerda nada semejante a lo que vio, y vivió, en ambos escenarios. Desde luego, el balance en cuanto a dolor y pérdidas de vidas humanas, muchísimo mayor que en el terremoto de México. Y en cuanto a bienes materiales, infinitamente mayor.

En los tres frentes, y de forma escalonada, una ola gigantesca, de once metros de altura, cubrió la tierra por espacio de tres minutos acabando con las vidas de quienes encontró a su paso.

De los tres 'tsunamis', posiblemente el mas doloroso para los vivos fue el de Tailandia donde, a los pocos días de producirse, los cadáveres, a fin de evitar infecciones, fueron enterrados, y desenterrados y congelados días después, dado que el seguro, para pagar a los deudos que reclamaban indemnizaciones, debía antes de identificar. A sur de Pucket, en un templo musulmán, vivimos las escenas más escabrosas que jamás pudimos imaginar al ser testigos de las identificaciones de estos cadáveres desenterrados y congelados.

Aparte de las cientos de miles e vidas que se llevó a ola, lo más trágico es que su muerte se produjo de repente, sin esperarlo, en algunos casos por la espalda, cuando estaban más tranquilos. Murieron ahogados, o estrellados contra algo por el efecto de la fuerza del mar, una micronésima de segundo después de estar vivo.

Esta tragedia nos hace pensar que la Tierra se está empezando a hartar del modo como la estamos maltratado, reaccionando de esta forma. Violencia por violencia.

Lo malo es que la seguimos tratando mal. Muy mal.