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LAURA MOYÀ Durante años, el urbanismo desarrollado en Palma y Marratxí se ha dado la espalda. Los dos municipios tienen sus propias normas, que les han llevado a entender sus crecimientos de forma diferente. El pasado 14 de enero, el Consell paralizó cautelarmente cualquier actuación futura entre Son Cladera y el Pont d'Inca con la intención de estudiar a fondo los problemas que se dan en la zona.

De momento, la norma cautelar no afecta a ningún proyecto urbanístico concreto, aunque sí obligará a que los dos ayuntamientos se sienten a hablar de cómo reestructurar sus crecimientos futuros. El objetivo final es la elaboración de un plan especial para que exista una coherencia entre los dos núcleos urbanos que solucione las deficiencias detectadas.

El Pla Territorial de Mallorca (PTM) incluía la conexión entre las dos ciudades vecinas como un Àrea de Reconversión Territorial (ART) diferida, es decir, no marcaba un crecimiento concreto y sí sugería unas pautas a seguir.

Los problemas detectados pasan por desde calles que nunca podrán conectarse hasta falta de zonas verdes. Además, el Torrent Gros ejerce de barrera natural, algo que también debe tenerse en cuenta.

La mejora de las comunicaciones entre los dos municipios, además de la necesidad de crear espacios libres públicos y, también, de reordenar y mejorar a nivel paisajístico la franja de suelo rústico entre Palma y Marratxí, son algunos de los conceptos que la ART contempla. Otros son la prohibición de usos en suelo rústico incompatibles con áreas residenciales (como, por ejemplo, chatarrerías), el minimizar el impacto de las vías de gran capacidad y, por último, dar continuidad a la trama urbana entre los dos municipios.