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ALVARO IZAGUIRRE El II Congreso Virtual sobre Prostitución y los Derechos Humanos que se viene desarrollando desde el pasado 1 de febrero, y cuya duración se prolongará hasta mañana, pone en evidencia el perfil de las mujeres que ejercen esta actividad y su situación social.

En tal sentido se ratifica a través del congreso que más del 80% de las prostitutas de las Islas son de procedencia extranjera, y que hasta la fecha unas 2.500 mujeres ejercen esta actividad en Balears. Dentro de esta gama de inmigrantes, es posible desglosar a una mayoría que se divide entre provenientes de Latinoamérica, Nigeria y Europa del Este.

Si bien el Observatori Municipal d'Igualtat no ha realizado un estudio específico sobre prostitución en Palma, es posible acceder a un completo informe «Dades de gènere al municipi de Palma», publicado el pasado mes de noviembre y que hace referencia a datos concretos a nivel del municipio.

Desde el propio Ajuntament de Palma se mantienen convenios de colaboración con varias entidades que trabajan directamente con el colectivo de prostitutas. Tal es el caso del Casal Petit, gestionado por las Hermanas Oblatas, y de Casspep (Centro de Atención Socio-sanitaria para personas que ejercen la prostitución), gestionado por Metges del Món.

Cabe recordar además que el pasado 30 de noviembre de 2007 tuvo lugar una primera reunión de trabajo entre varias concejalías del Ajuntament de Palma impulsada y coordinada por la Regidoria d'Àrea d'Educació, Igualtat i Drets Cívics, constituyéndose en Comissió Municipal d'Interàrees, con el objetivo de trabajar la cuestión de la prostitución de un modo transversal. En esta comisión participan la concejalía anteriormente mencionada, Educació, Seguretat Ciutadana, Sanitat, Benestar Social, IMFOF y Joventut. Se prevé que próximamente tenga lugar una segunda reunión.

El congreso virtual sobre prostitución ha sido organizado por la Universitat de les Illes Balears, con el apoyo de Médicos del Mundo, Cruz Roja y el Instituto Balear de la Dona.

A través del testimonio de algunas mujeres que ejercen la prostitución en Palma, se expresa claramente el impulso «fundamentalmente económico» que determina su inclusión en este ámbito. Un común denominador de estos testimonios ha sido el hecho que una muy pequeña minoría se expresó de acuerdo con esta forma de ganarse la vida, lo cual deja en claro el posicionamiento de este colectivo. Basta simplemente con mirarles a los ojos del corazón y leer en él el dolor que escriben sus miradas.

Carmen llegó de Colombia en 2002, atraída por una «amiga» que en su momento le planteó Europa como una meca laboral y de prosperidad para ella y su única hija, que en ese momento contaba con 8 años. Decidida al progreso emprendió su viaje hacia España y una vez en Mallorca la realidad le pintó otra arista. El empleo no contemplaba sus aspiraciones económicas y fue así que optó, contacto mediante, por convertirse en una «trabajadora de la calle», como asegura le gusta que le llamen. El día a día rutinario y poca conformidad con relación a su actual situación, con especial énfasis en lo monetario, hacen que Carmen se replantee la posibilidad de un giro en su actividad: «No creo que esto pueda extenderse mucho más. Sucede que se hace muy difícil obtener un empleo que me represente un ingreso interesante, o por lo menos para encarar un cierto nivel de vida a la que ya me he acostumbrado».

Para Ayto, nigeriana de 32 años, la prostitución ha sido su «salvavidas», ya que luego de una conflictiva separación de su marido, se vio envuelta en una crisis económica que la afectó sobremanera. Viéndose sola en Mallorca y con tres hijos a cuestas, debió optar por la dura opción de la prostitución.

Sin embargo Ayto no muestra arrepentimiento y asegura que la profesión le ha «devuelto la vida», llegando inclusive a afirmar que el meretricio fue su «salvavidas» tras el naufragio de su matrimonio.

No menos problemático es el caso de Luca, una joven rumana de 22 años de edad que se encuentra desde hace dos en la isla. El maltrato en el seno de su familia fue el motor para que decidiera contactar con gente de su país que ya se encontraba en Mallorca trabajando en este ámbito. «La invitación me llegó casi de inmediato y fui asignada a un club privado muy discreto. Desde que llegué estoy allí y, si bien es cierto, me cuidan mucho, hay días en que preferiría no venir». Según sus propias apreciaciones, el resultado económico no compensa tanta aflicción.

La meta está muy clara: «Una buena base de dinero y en la mayor brevedad posible retornar a Rumania», indicó.
En una esquina no muy transitada de la ciudad, un rincón casi imperceptible para muchos, y ante la mirada cómplice de aquellos que lo conocen y pasan por allí, nos encontramos con Soraya. Nos comenta que no tiene hijos, pero sí una familia que mantener, compuesta por madre, padre y dos hermanos aún pequeños. «Al principio me negaba a la idea de hacer la calle. Pero el tiempo avanzaba y los pocos euros con los que llegue de Perú se me iban acabando. Así que un día, una vecina, también peruana, que vivía en el mismo edificio que yo, me propuso este trabajo. Ella lo hacía desde su llegada unos años antes que yo. Viéndome en esa situación, decidí hacerlo y es de esa manera que pude obtener mis primeros ingresos en España y que hasta este momento lo sigo haciendo. Tal vez esta esquina no esté muy a la vista de los clientes, pero hay muchos que saben de esta ubicación y recomiendan a otros. Así es como trabajamos durante el día».

Sobre el retorno a su tierra natal: «Ni siquiera lo he pensado, aunque sí tengo muy en claro que no estaré trabajando mucho tiempo más de esto». Rossana es una joven brasileña que ronda los 25 años y trabaja para un club privado en las afueras de Palma. Según su opinión, el rédito que le genera la actividad «no está mal», así como también elogia el trato recibido y el nivel de sus clientes. No obstante, argumenta su desmotivación para hacer frente al día de día que este trabajo le depara. Es que el «amor rentado» exige muchos sacrificios y un continuo enfrentamiento a situaciones nada agradables para la persona misma: «Yo lo tengo bastante asumido y creo que tendré que continuar por algún tiempo más. Pero conozco casos de chicas que no lo toleran más y se retiran jurando que nunca más volverán a hacerlo. No pasa mucho tiempo que esas mismas chicas vuelven, luego de haber agotado casi todo el capital ahorrado. Es que la vida no es fácil de afrontar con un sueldo normal».