El Club de Vela Calanova ha rebasado ya los 30 años de vida marinera como forja de futuros navegantes, experiencia consolidada que avala su carácter de instalación imprescindible para acercar el mar a los más jóvenes.
Unas instalaciones inauguradas en agosto de 1976 por los reyes de España y cuyo espíritu, desde sus orígenes, ha sido el trabajo en equipo, la disciplina y el amor a la mar.
Con el objetivo de introducir el mar en la escuela, por Calanova han pasado miles de estudiantes que han descubierto la práctica de la vela como una alternativa a los deportes mayoritarios. Un medio al que los alumnos además perciben en toda su dimensión histórica y cultural, hasta llegar a las distintas modalidades contemporáneas.
El simple hecho de aprender a navegar a la antigua usanza, pendientes del viento, según su dirección y fuerza, acerca el alumno a un entorno a la vez frágil y poderoso, que hay que cuidar antes que disfrutar. Toda una aventura para las nuevas generaciones donde el riesgo esta controlado por expertos monitores.
Un proyecto que fue pionero en nuestro país a partir del antiguo Club Calanova que, ya en los años 30 organizaba regatas de piraguas. Aquel entonces bucólico enclave fue víctima de un fuerte temporal que a finales de los años 50 destruyó buena parte de su escollera. Por mediación de Jaime Enseñat, entonces presidente de la Federación Balear de Vela, convenció a los socios, en su mayoría vecinos de Sant Agustí para que cedieran sus derechos a la federación. Este fue el embrión de la nueva Escuela Nacional de Vela, que nació de cero, inspirada en la experiencia adquirida en la materia por reconocidos centros extranjeros. Tras una difícil primera etapa con fuertes inversiones y el cese posterior de subvenciones, que obligó a la autofinanciación, la escuela fue transferida finalmente a la Comunitat Autònoma en 1985.
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