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Eran las cinco de la madrugada y todavía no había pegado el ojo. Mis vecinitos, ¿sabe?, que no pararon en toda la noche. Primero, el fútbol. Como eran del Madrid todos, hubo fiesta en cada gol "y fueron cuatro- con celebración al final. ¡Oe, oe,oe, oe, oe, ¡campeones, campeonesÂ…! Y a continuación, tras aparcar el fútbol, fiesta. Durante toda la noche. Fiesta con el tambor, que no paró, y las palmas, que no cesaron de acompañar a los cantantes que daba la sensación de que cada vez eran más. Fiesta en la calle, junto a mi ventana. ¡Vamos, como si los tuviera en la habitación! PeroÂ… ¿y qué? El Rocío es así, y a quien no le guste, que no vaya, Porque la canción, a la que deben de poner música por sevillanas, lo dice claro: «Si te hace daño el relente/ ni tienes fe rociera/ ni te gusta nuestro ambienteÂ… ¿Quién te obligó a que vinieras?,/ si aquí lo que sobra es gente.»

Y eso que nuestro Rocío nada tiene que ver con otros Rocíos, con los del famoseo, por ejemplo, que quedan en la otra parte de la aldea, aunque ahora, con Rocío Jurado que ya no está entre nosotros, el Muñoz en el talego y la Pantoja que no está mucho por el lucimiento en público, parecen algo más devaluados. Nuestro Rocío es más espiritual, es Rocío de misa, rosario, Camino, encuentro con otros hermanos, tapeo, buena comida y, ¿por qué no?, fiesta: tambor, palmas, sevillanasÂ… Sí. ¿Por qué noÂ…?

Pues eso, que tras noche tan movida, nos levantamos temprano. A las siete en punto, el tamborilero de la Hermandad, Yiyi, despertó a todo el mundo a base de tambor y flauta. A todo esto, un grupo de hermanos se encontraban ya, desde las cinco, en Almonte, preparando la carrera y el Sinpecado.

A las nueve, en autocar, nos trasladamos hasta allí. Ellas, luciendo la bata con faralaes; ellos, de corto. Hay que recordar que desde la noche, en que entró en la aldea la Hermandad Matriz, estamos ya en pleno Rocío, cosa que se nota viendo que hay más gente, y porque los policías te avisan de que vayas sacando los coches a fin de despejar las calles.

En pleno campo, junto al instituto almonteño, asistimos a misa, llamada misa del alba, que ofició el pater de la Hermandad, el jesuita Sebastián Feliu, que además impuso las medallas de la misma al opitero y a los dos boyeros. Luego, ya en comitiva, nos dirigimos a la iglesia de la Asunción , cuyas campana redoblaron, y donde nos recibieron viejos hermanos de la Matriz, la Hermandad más antigua de las del Rocío, la titular de Almonte, por tanto la que tiene su sede en la misma ermita, en la aldea, una Hermandad, que según Juan Antonio Torres Navarrete, presidente de la de Palma de Mallorca «se ha volcado con nosotros, incluso ha permitido que hagamos el Camino por donde ellos, cosa que no hace nadie».

Y sí; así fue. Tras un refrigerio a la salida de Almonte, donde se nos unió Rosa Vanrell, hija del galerista Gabriel Vanrell "éste, su esposa y Margalida Duran, amiga suya, hicieron el recorrido en coche- iniciamos el Camino que abría la carreta tirada por dos bueyes, portando el Sinpecado. Un Camino que la Hermandad hacía por primera vez, en su historia de trece años, en solitario. Un camino hecho sin prisas. Unos tirando de la carreta, otros acomodados en carriolas y charretes, los carruajes del Rocío. Un camino, además, por etapas. Una primera hasta el Pastorcito, donde nos detuvimos para hacer un donativo al asilo que acoge a minusválidos psíquicos; otra, al final de la pineda que hay a unos doce kilómetros de la aldea, para comer (ahí coincidimos con Arturo, maitre de Tito's, que estaba con otro grupo); y una tercera, sobre el polvo, hasta la Hermandad, a donde llegamos sobre las siete de la tarde, cansados por el tute, pero satisfechos por haber cumplido, y también haber hecho historia, porque, como decimos, es la primera vez que se hace en solitario.