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FRANCISCO BARRASA
Horario judicial. Esta vez la comparecencia de Javier Rodrigo de Santos para diligencias judiciales en Vía Alemania no tuvo lugar en horario intempestivo de atención al público. El reloj marcaba ayer las 10.53 de la mañana cuando llegó a la Clínica Médico Forense para pasar pruebas físicas de rastro de adicciones a psicotrópicos, capaces de alterar la conducta, y a pruebas psicológicas de pretérito o presente transtorno de la personalidad.

Silencio. Mutismo total de Rodrigo de Santos ante las decenas de periodistas que esperaban su llegada al edificio de Vía Alemania. Con gesto de abatimiento, el acusado de apropiación indebida de decenas de miles de euros con una tarjeta de crédito de Cort recorrió ayer decenas de metros soportando a centímetros de su rostro las cámaras y los micrófonos de los periodistas.

Sin demora. Transcurridos diez minutos en la sala de espera de la Clínica Forense, el ex concejal de Cort fue invitado a pasar. Dado que tambaleaba y no enfocaba la vista, hubieron de ayudarle entre dos personas -su abogado y el guardia de seguridad del edificio-, para que asido a ellos transitase los escasos cinco metros que le separaban del escenario de sus analíticas. La prueba pericial inició «en punto» su convenido cumplimiento.

Llantos en la arqueología forense. El inhabitual silencio que ayer reinaba en el edificio judicial de Vía Alemania permitió que a muchos metros de distancia del gabinete médico forense se escuchase el llanto de quien era entrevistado para evaluar su estado psicológico y cualquier incidencia del mismo en la comisión de delitos. Para esa función de la ciencia forense sobre rastros del pasado -arqueología-, también le era extraído cabello en el que se registrará la presencia de dopantes consumidos por su organismo en los últimos años, de las que el laboratorio ya calcula tanto la sustancia concreta como las cantidades ingeridas en escala de tiempo. n Problema de salud. Javier Rodrigo de Santos, que en ningún momento ha negado el uso de la tarjeta de crédito de Cort para actividades privadas, hizo público desde que trascendieran las imputaciones penales contra él que su conducta estaba relacionada «con un problema de salud» derivado de la adicción y consiguiente consumo habitual de cocaína. Las analíticas forenses de ayer, solicitadas el mes pasado por su abogado en sede judicial, fueron aceptadas por la jueza instructora del sumario y a las mismas no se opuso la Fiscalía Anticorrupción.

Unos resultados no inmediatos. El análisis de cabellos humanos para obtener rastros de sustancias puede llevar de días a semanas. De su lado, la evaluación de estado psicológico como al que se sometió ayer Javier Rodrigo de Santos es aún más prolongada, pues se trató del primero de los tres que son necesarios, según el protocolo aplicable -casi consecutivos, eso sí-, para que los especialistas puedan emitir una opinión científica al magistrado instructor de la causa.

Ante los medios informativos. El ex concejal no tenía posibilidad ayer de evitar a los medios informativos a la salida de su trámite, y tampoco lo intentó. A las 12.30 desandó el camino de llegada, entre una nube de cámaras que recogieron su figura -más magra que semanas atrás-, su cabeza siguió gacha y de sus labios no salió palabra alguna pese a los insistentes requerimientos de los periodistas. Tampoco su abogado quiso hacer aclaraciones, y el psicólogo forense con el que se había entrevistado solo hizo una obvia precisión formal: «si la magistrada lo considera oportuno, se informará cuando se hayan realizado todas las pruebas».

Penitentes. La única voz que pudo escucharse al término de la presencia de Javier Rodrigo de Santos en la Clínica Médico Forense de Palma, fue la de su esposa María Luisa. A unos metros por detrás de su marido, repitió tenue pero reiteradamente a los informadores que le seguían hasta su coche: «¿No os ha dicho que ha perdonado también a los periodistas?» Fue imposible pese al ofrecimiento, aclaración alguna sobre esas manifestaciones. Tras haber permanecido por espacio de noventa minutos a la espera del fin del trámite, ni siquiera acertó a seguir a su comitiva familiar hasta el vehículo, y en primera instancia enfiló la dirección contraria. Solo el ruido de las cámaras fotográficas, al fin dirigidas a ella, pareció encaminarla hasta el automóvil, que a su espera ya estaba bien instalado en el atasco de cada mañana entre Vía Alemania y la Plaza de los Patines. Rutina. Aquello seguía siendo Palma de Mallorca.