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El Stad Amsterdam, el único velero de este tipo diseñado para travesías oceánicas con pasajeros, llegó ayer al puerto de Palma durante un crucero por aguas de Balears, consignado por Marítima del Mediterráneo.

Destinado a cruceros de aventura para los amantes de la navegación en su más romántica acepción, es el resultado de un proyecto conjunto del ayuntamiento de Amsterdam y la multinacional Randstad, dedicada a facilitar trabajo a través de sus servicios de recursos humanos en 20 países.

«Gobernar este velero representa una experiencia sin igual debido a su atmósfera de autenticidad, única hoy en día, entre los buques de vela destinados a cruceros de lujo», indicó a Ultima Hora su capitán Cosmo Wassenaar a su llegada a Palma.

En la actualidad, realiza una singladura dedicada al litoral español, con escalas en el Port d'Andratx, -donde los pasajeros tuvieron la oportunidad de cenar en tierra mientras el barco permaneció fondeado-, Cala Portals, Eivissa, s'Espalmador, Formentera y ya en la Península, los puertos de Barcelona y Valencia. Construido hace apenas ocho años según los mejores diseños de los más legendarios clippers del siglo XIX, permite a sus 58 pasajeros y en viajes largos el participar en las tareas de a bordo, como el izado de las 29 velas que totalizan sus 2.200 metros cuadrados de trapo. Un aparejo atendido por 28 experimentados marineros que le permite navegar sin motor a una velocidad superior a los 16 nudos, con viento favorable.

Seminarios, recepciones y jornadas de puertas abiertas permiten difundir el encanto de este velero, descendiente directo de aquellos Amsterdam de 1854 o Cutty Sark de 1868, sobre cuyos planos el arquitecto naval holandés Gerard Djkstra se inspiró para crear el Stad Amsterdam en 2000. El resultado ha sido una paradójica combinación entre el estilo de entonces y la más avanzada tecnología actual. Con 78 metros de eslora por 10,5 de manga, enarbola tres mástiles cuya altura máxima alcanza los 46,5 metros. Medidas que remarcan su belleza marinera mas allá del tiempo.

Gabriel Alomar

(texto y foto)