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La reelección de Mariano Rajoy como presidente del Partido Popular es algo más que una victoria congresual. Ha sido una victoria en la batalla ideológica que estalló en las filas populares después de la derrota en las elecciones generales. Rajoy ha tenido un claro castigo entre sus militantes, pero estos opositores apenas han superado el 15 por ciento. Rajoy se ha distanciado de Aznar, de Acebes, de Zaplana, de Esperanza Aguirre, pero ha iniciado un camino hacia el centro político con el afán de intentar ganar las próximas elecciones generales. El presidente del PP es consciente de que no tendrá más oportunidades, pero ha sabido encauzar ideológicamente un partido que se había escorado peligrosamente hacia la derecha y que, además, ha conseguido provocar la movilización del electorado de izquierdas en favor de Zapatero. Ningún rival de Rajoy en el PP ha sido capaz de articular una candidatura alternativa, lo que tiene en sí un gran significado. El centro es, hoy por hoy, la meta de este nuevo PP con una secretaria general, Dolores de Cospedal, que genera todo tipo de elogios y que ha ilusionado a las desmoralizadas bases del PP.

En clave balear, el congreso nacional ha servido para demostrar que Carlos Delgado es un candidato aislado, que con toda seguridad perderá el congreso del 5 de julio. Si Delgado pensaba aprovechar el congreso nacional para arrebatarle votos a Estaràs, no ha conseguido su objetivo. Ni mucho menos. Delgado apenas ha participado en el congreso, se le ha visto más en el bar que con sus compañeros de Balears y no ha asistido a ninguno de los encuentros organizados por el PP isleño. El alcalde de Calvià también ha perdido la batalla interna en contra de la lengua catalana. El congreso nacional ha dejado claro que el bilingüismo es el modelo que debe seguirse en comunidades como Balears. Otras interpretaciones sólo servirían para crear confusión y negar una realidad que debería estar superada hace mucho tiempo en las Islas.