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Se habían enfrentado en 17 ocasiones, pero nunca habían ofrecido al público tanto drama, emoción e intensidad como el domingo, en un partido épico que batió récords en muchos sentidos. El más importante, que Rafa Nadal rompía el maleficio que le había impedido vencer a su eterno rival sobre la pista de hierba del All England Club de Wimbledon.

Se ha escrito mucho y bien sobre este joven mallorquín que, nada más cumplir 22 años, haciendo gala de una seriedad y concentración digna de alguien mucho más maduro, logró a base de sufrir y superar escollos lo que prácticamente nadie había conseguido: alzar el trofeo británico "sólo Conchita Martínez y Manolo Santana lo tienen" y vencer consecutivamente Roland Garros y Wimbledon "su antecedente, en 1980, fue Bjorn Borg".

Y es quizá éste el elemento que hay que destacar en la trayectoria: el afán de superación de un chico jovencísimo que ha sabido anteponer su carrera a las muchísimas distracciones que asaltan la vida de un adolescente, lo que constituye un ejemplo claro y contundente para la juventud de nuestro entorno.

Es obligación de las autoridades fomentar estas actitudes y brindar los medios necesarios a los jóvenes con talento para que logren forjarse una carrera deportiva con posibilidades de superación. Asistimos continuamente a las quejas de diversas entidades deportivas por la falta de apoyo institucional y, aunque se van mejorando las condiciones, todavía es preciso realizar mayores esfuerzos que garanticen que nuestra Comunitat alcance los máximos niveles de calidad y competitividad en todos los aspectos. Y el deporte es, sin duda, una de las bases del progreso.