Algunos alaban su dedicación y su entrega a la fe cristiana, además de su capacidad de movilización y sus ganas de ayudar al prójimo. Otros, por su parte, critican su fundamentalismo, marcado por unas pautas que recuerdan a tiempos bastante lejanos. Sea como sea, los seguidores del Camino Neocatecumenal, los kikos de Francisco 'Kiko' Argüello, cuyos estatutos acaba de aprobar el papa Benedicto XVI, no dejan indiferente a nadie. Ni a los mallorquines: en la Isla existe una pequeña comunidad que integra a casi 500 personas y que se localiza en Palma, Manacor e Inca, en las parroquias de la Sagrada Familia (Son Oliva), Sant Pau y Santa Maria la Major, respectivamente.
El Camino es un movimiento nuevo (nació en 1964) que llegó a Mallorca a través de un grupo de dominicos que, procedentes de Valencia, se instalaron en la parroquia de Sant Pau de Manacor. Allí fue donde se impartió la primera catequesis, es decir, una charla para explicar sus tesis e invitar a los presentes a hacer el camino. Muchos fueron los que salieron convencidos de aquella primera reunión. Hoy quedan una treintena, que ya han llegado al estatus más alto del movimiento, la primera comunidad.
Existen cinco comunidades, que se reúnen por separado una vez por semana para comentar extractos de la Biblia. Los sábados, y ya todos juntos, celebran sus eucaristías, que duran unas dos horas y a las que asisten tanto feligreses como monjas y sacerdotes, además de invitados.
Entrar en el movimiento significa empezar en la quinta comunidad, la de los nuevos. Poco a poco, y siempre aumentando el grado de implicación con el Camino Neocatecumenal, los kikos siguen un itinerario y pasan de una comunidad a otra con el objetivo de recuperar los valores de los primeros cristianos, el que marca el Evangelio. Resaltan su rechazo al divorcio y a los métodos anticonceptivos. La familia es lo primordial y, sobre todo, los hijos (cuantos más, mejor). Superar parte del Camino, los escrutinios, como se les llama, implica ser más constantes con el movimiento. Los más comprometidos dan el 10 por ciento de su sueldo a la comunidad.
Cuando uno de sus integrantes se encuentra en un aprieto económico, los kikos le ayudan de forma anónima. Algunos se encuentran un sobre cerrado con dinero en su casa, mientras que otros son ayudados durante una de las misas. A la hora de pasar la bandeja, y siempre sin decir públicamente quién tiene el problema, se explica la situación para que cada uno ayuda en lo que puede.
A través de esta fórmula también se financian las obras promovidas por el movimiento en Mallorca, como, por ejemplo, las que efectuaron en la rectoría y en los nuevos locales de la parroquia de Sant Pau, en Manacor, que acogen su sede social en el municipio. Cuando llega el momento de pagar alguno de los plazos, se pide a los asistentes que aporten lo que puedan. Si el dinero recaudado no llega, se hace una segunda ronda, algo que pocas veces suele suceder.
Además de unas eucaristías más largas de lo habitual, los kikos celebran la vigilia pascual, una misa nocturna que empieza a las cinco de la madrugada. También sus misiones son diferentes: una familia entera se traslada a un país con poca tradición cristiana para impartir el camino. Entre ellos estuvo una familia de Manacor, que vivió varios años en Australia.
Sin embargo, ¿qué pasa cuando el marido o la mujer de uno de los miembros del movimiento, y que no forma parte del camino, incurre en faltas como las cometidas por el ex regidor de Cort Javier Rodrigo de Santos?, cuya esposa forma parte de la comunidad de los kikos. El mensaje está claro para todos los casos: perdonar y nunca divorciarse.
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