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Diez meses de obran han sido necesarios para que el metro de Palma volviera a funcionar, una infraestructura pública de primer orden en la que, a los pocos meses de entrar en servicio, quedaron en evidencia importantes deficiencias cuya reparación ha supuesto un gasto de 28 millones de euros, los cuales se suman a un presupuesto desbocado hasta alcanzar los 536 millones de euros; un 46 por ciento más de lo que inicialmente debía costar. Una de las obras emblemáticas del Govern que presidió Jaume Matas ha acabado siendo un ejemplo de pésima gestión, aunque ya nadie cuestiona la eficacia del suburbano como medio de transporte público.

Una vez reanudado el servicio, la Conselleria de Mobilitat debe aclarar todo lo que ha sucedido, sean políticos, técnicos o empresas constructoras los responsables de estas desviaciones presupuestarias y de tantas deficiencias. Hasta el último euro invertido en el metro de Palma debe quedar justificado.

Por otra parte queda el recelo del actual Govern respecto a la ampliación de la actual línea de metro. Ahora, cuando todavía está en fase de estudio la puesta en marcha del tranvía en Palma, es el momento de considerar si no es más oportuno rentabilizar unas instalaciones -la estación intermodal de la plaza de España- cuya capacidad permite albergar más servicios del suburbano en lugar de unas instalaciones que acabarían colapsando el transporte público en superficie y una arteria tan importante como son las Avenidas.

Los usuarios del metro no dudan de sus ventajas, una tendencia que debería aprovecharse de cara al futuro, aunque hay que ser conscientes del elevado coste de construcción del cualquier línea de metro. ¿Se puede permitir Palma una nueva línea de metro? ¿A qué precio?