A la llegada al monasterio, la mayoría de caminantes se descalzaron para descansar un rato.

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Tanto los primeros marxaires que llegaron a Lluc sobre las siete de la mañana como los últimos, que lo hicieron sobre las once, acabaron su peregrinaje de 48 kilómetros exhaustos. La de ayer fue una marcha especial, ya que se cumplían treinta y cinco años desde que «cuatro pelagatos» iniciaran una caminata que, con el tiempo, se ha acabado convirtiendo en uno de los actos más tradicionales y populares del verano mallorquín. Ya el sábado por la noche se había inaugurado en la plaza Güell la escultura de Pep Canyelles 'Marxaires', como homenaje a todos los que han realizado, o intentado, alguna vez el recorrido desde Palma al monasterio de Lluc. Después, cuatro cohetes señalaron el comienzo de 'Des Güell a Lluc a peu', que en esta edición contó con, aproximadamente, 15.000 participantes. Éstos, ilusionados pero conscientes de lo que les quedaba, atravesaron el centro de la ciudad con ritmo alto, pero exento de competición, hasta llegar a Consell, pasando antes por Marratxí y Santa Maria, donde se encontraba el primero de los varios puntos de avituallamiento que estaban dispuestos por todo el recorrido, donde los caminantes podían encontrar agua y fruta variada. Llegados a este punto, les esperaban las etapas de Binissalem, Lloseta, Biniamar y Selva, para continuar, acto seguido y sin descanso, el último tramo de Caimari, Escorca y Lluc.