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La aviación española vivió ayer una jornada negra. El accidente de un avión que debía cubrir el trayecto Madrid- Las Palmas se saldó con la muerte de 153 personas y ha dejado apenas 19 supervivientes. La compañía Spanair ha sido la triste protagonista de este accidente, el más grave que se recuerda en los últimos veinticinco años en la historia de la aviación española. Un fallo en un motor que comenzó a arder en el momento del despegue en el aeropuerto de Barajas causó, al parecer, el accidente de la aeronave, que ya tuvo problemas mecánicos hace algo más de un mes en Valencia. Reconocer la identidad de los cadáveres y apoyar a los familiares de los fallecidos debe ser la primera tarea que tiene que realizarse en las próximas horas. Para ello se ha organizado un operativo similar al del atentado del 11-M. Después de reconocer a las víctimas, ya llegará la hora de buscar las causas del accidente, si fue un fallo humano o algo fortuito. O incluso deberá averiguarse si el avión estaba en condiciones para iniciar el despegue o, por el contrario, no se cumplían las medidas de seguridad. La compañía Spanair deberá iniciar una profunda investigación sobre lo ocurrido.

En Mallorca se vivieron con incertidumbre las horas posteriores al accidente. El comandante, madrileño de nacimiento, vivía en Mallorca y era una persona muy conocida en el sector aeronáutico. Estaba casado y tenía dos hijas. Francisco Javier Mulet era el copiloto del avión siniestrado. Mulet nació en Mallorca y procedía de una familia con un negocio muy conocido en Palma. La tragedia vivida ayer en Spanair debe hacer reflexionar a las compañías de que cualquier medida para aumentar la seguridad puede resultar insuficiente. Hay que estar a la espera y ser prudentes, pero es evidente que la desgracia se ha cebado con Spanair, una compañía con sede en Palma y que no vive, precisamente, sus mejores momentos.