No están pasando desapercibidos los últimos errores que está cometiendo el presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, el cual está teniendo más dificultades de las previstas para liderar la oposición y presentarse ante la ciudadanía como alternativa política al socialista José Luis Rodríguez Zapatero al frente del Gobierno español.
Aunque no se quiera magnificar el desliz de Rajoy al calificar de «coñazo» su asistencia al pasado desfile del 12 de octubre en Madrid, un comentario inadecuado para quien hace años protagonizaba un vídeo con una estética semejante al mensaje del Rey en Navidad, pidiendo la entusiasta participación de los ciudadanos en la Fiesta Nacional, es indiscutible que la anécdota se añade al cúmulo de escenarios negativos que obligan a plantear una reflexión y reorientación de la estrategia que mantiene la cúpula del Partido Popular.
La crisis de la coalición con la Unión del Pueblo Navarro al no querer acatar las indicaciones del PP respecto al rechazo de los presupuestos del Estado abre una brecha importante respecto a la manifiesta voluntad de Rajoy de romper con el aislamiento político de su partido. De materializarse la ruptura con los regionalistas navarros, que también tiene una indudable lectura en clave autonómica, se acabaría con una larguísima etapa de colaboración en el Congreso de los Diputados. La indisciplina también se extiende entre sus propias filas, como esos dos diputados del PP murciano a cuenta del estatuto de Castilla-La Mancha y las competencias sobre los trasvases.
El último episodio protagonizado por Rajoy se ha referido a su posición sobre las medidas anticrisis anunciadas por el presidente Zapatero, sobre las que el líder del PP ha mantenido una actitud confusa entre el apoyo casi incondicional hasta la crítica más feroz. Con estas reacciones no será sencillo que el Partido Popular recupere la confianza de los electores.
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