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«No puedo creer que haya medio millón de chavales de mi edad, y hasta algunos que no tienen ni diez años, que estén movilizados en guerras por el planeta». Sonia se resiste a admitir las cifras reflejadas en las paredes y en el diario de la exposición, tras visitar los cinco contenedores de la caravana de los Derechos Humanos instalada en la Plaza de España de Palma. Finalmente se encoge de hombros y enjuga una lágrima. Su compañera de visita le recuerda que las emociones tienen un papel fundamental en esta exposición cuyo objetivo por parte del Consejo General de la Abogacía española es que «nadie permanezca indiferente en la defensa activa de los derechos humanos».

Y en efecto, el recorrido emocional por los cinco contenedores temáticos de la caravana de los Derechos Humanos que ahora puede ser visitada en Palma no deja indiferente a nadie, y menos aún a los cientos de estudiantes de Secundaria y Formación Profesional que la visitan por consejo de sus profesores, y que están constituyendo, como en otras muchas poblaciones españolas, el nicho más significativo de esta llamada pública al compromiso por la libertad, la dignidad y la solidaridad entre los seres humanos. En el suelo del primer contenedor de la caravana está escrita la Declaración de los Derechos Humanos, y ello no por casualidad sino porque al pisarla en ese minúsculo espacio se reproduce la misma ceremonia que en decenas de países del mundo, esto es, su vulneración. «69 de los más de dos centenares de países miembros de la ONU, mantienen la pena de muerte».

La caravana, puesta en marcha por el conjunto de Colegios de Abogados de España, está definida como llamada de conciencia: «No podemos estar satisfechos si en algún lugar del mundo se vulneran los derechos humanos décadas después de una proclamación que se dijo universal para la dignidad de todos nosotros», señala un letrado que visita la exposición.

Como actos paralelos a la muestra instalada en la Plaza de España, una exposición pictórica y escultórica en la sede del Colegio de Abogados de Balears, en Vía Roma, y un pasacalles actoral que recorre cada tarde el centro de Palma, reclaman la defensa activa de la libertad humana.