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Dimoni. Dícese del espíritu que incita al mal y, además, juega con fuego. Es el alma mater de los correfocs, el personaje que más miradas atrae. En Bruselas, el dimoni intentó convencer a la todopoderosa Comisión Europea de que no es tan malo como lo pintan. ¿Cómo? Paseándose por varias calles del centro histórico de la capital belga ante un más que sorprendido público local. Hubo dos intentos, pero Europa siguió en sus trece: los correfocs deberán acogerse a la normativa europea que podría llegar a prohibirlos.

La parte política de la expedición quitó hierro al asunto, «el Gobierno nos ha asegurado que esto no sucederá», decían, mientras los expertos mostraban una expresiva cara de preocupación.

Unos políticos que durante un día tuvieron cuatro rostros visibles: el president Francesc Antich y los consellers Carles Manera, Gabriel Vicens y Francesca Vives. Los cuatro se reunieron con dos comisarios europeos, de los que sacaron una puerta abierta, buenas palabras y un 'vuelva en 2013 tras convencer a Madrid de que traslade a Europa las peticiones de Balears'.

Sin embargo, el resto de la comitiva, compuesta por alcaldes y directores generales, se dedicó a una labor menos vistosa pero, probablemente, más exitosa a corto plazo: buscar ayudas para proyectos concretos. Así, las buenas intenciones se mezclaron con la ayuda para encontrar subvenciones efectivas.

Entre y entre, una inauguración de una exposición que intentaba explicar qué supone la insularidad y varias visitas al Parlamento y a la Comisión, entre ellas la de la Mesa de la Cámara balear en pleno, con su presidenta Maria Antònia Munar al frente. En resumen, un día intenso que habría sido completo si los dimonis hubieran triunfado del todo.