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La pregunta es sencilla: ¿Contrataría usted a un arquitecto para que le proyectara su casa en el solar del vecino? Lógicamente, no. Pues Jaume Matas y Catalina Cirer, sí. La diferencia es que usted pagaría con su dinero y ellos disparaban con pólvora de rey cuando decidieron construir un palacio de congresos en Palma. El president y la alcaldesa obviaron que uno de los terrenos aún era privado, lo que podría convertir en nulo el concurso que iban a convocar posteriormente. Cuando perdieron las elecciones todo debió irse al traste y ellos quedar expuestos en la picota, pero les salió una muy digna sucesora: Aina Calvo. La nueva alcaldesa puso en marcha todos los mecanismos administrativos necesarios -muy discutibles- para que el sueño de Matas y Cirer pudiera hacerse realidad. No compró el solar, pero introdujo una modificación puntual en el Plan General para suplir en altura lo que no podía en superficie. Para lograr este cambio tuvo que decretar que un hotel es un equipamiento público, aunque lo rechace la jurisprudencia. También obtuvo que la Comisión de Medio Ambiente, que había negado a Matas y a Cirer lo que ella pretendía, se desentendiera del asunto. Después encomendó el preceptivo informe paisajístico al arquitecto del edificio, que éste despachó en dos líneas antológicas. Para colorario de tanto despropósito, Aina Calvo tiene la intención además de levantar en la fachada marítima, junto a la antigua sede de Gesa, tres edificios para equipamientos sociales de uso, hoy por hoy, desconocido.

Gracias al alcalde Fageda Palma pudo recuperar el Baluard del Príncep; gracias a Cirer y a Calvo se llenará de hormigón lo que está a su lado, y con dinero de los palmesanos.