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El ministro de Industria, Turismo y Comercio, Miguel Sebastián, fue más claro a la hora de valorar la actual temporada turística en su visita a Palma. «Año díficil en materia turística por la crisis económica y por el impacto que ello ha tenido en los mercados emisores», fue su argumentación para explicar la caída de visitantes, ingresos por turismo, ocupaciones hoteleras y bajada de ratios de rentabilidad empresarial este verano. Es cierto que nunca Balears había vivido una coyuntura tan adversa, porque a la recesión económica hay que sumar los efectos negativos de la gripe A y los atentados terroristas. Nada a favor y todo en contra. No extraña, pues, que haya zonas vacacionales en donde en pleno mes de agosto la ocupación hotelera sea del 50 por ciento, algo que no sucedía en las Islas desde la crisis derivada de la Guerra del Golfo, en concreto en la temporada turística de 1993. La incertidumbre existente, las ventas de último momento que se realizan hora a hora, día a día y semana a semana, ha afectado a la confianza empresarial y al sector turístico, que no sabe a ciencia cierta qué es lo que va a pasar ni a corto ni a medio plazo. La confianza de los propios consumidores está en mínimos y los principales mercados emisores a las Islas, Alemania, Reino Unido y España, están viviendo una recesión económica que afecta al poder adquisitivo de los consumidores, que se muestran temerosos ante cualquier noticia negativa. Balears, en esta coyuntura tan compleja, está teniendo una evolución superior a la de otras zonas vacacionales españolas, caso de Canarias, Andalucía y Catalunya, pero el balance es negativo hasta la fecha. Somos un destino turístico seguro, con buena imagen y muy demandado, pero la crisis es de tal calibre que aquí no se salva nadie.