Sí quiero

 

Fue una boda a la que asistieron los familiares más directos de los contrayentes, así como sus amigos de toda la vida.

Fue, además, una boda de blanco, pues de ese color debían lucir tanto invitados como invitadas. Sólo el novio pudo elegir el color, decantándose por el oscuro.

 

La boda tuvo dos celebraciones: por el rito católico, que se desarrolló en la citada iglesia, blanca, no muy grande, pero preciosa, actuando el padre Pablo, mexicano, como celebrante, seguida de la del rito maya, en la playa, coincidiendo con el equinoccio, actuando dos chamanes como celebrantes.

 

A la salida del pequeño templo, un grupo de mariachis saludó, cantando, a la pareja. Vanessa, que había entregado el ramo a su amiga Cristina Vidal, cantó una ranchera.