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J.T.B. Las grandes guerras, como la guerra contra la pobreza que desde hace años desarrolla la Fundación Vicente Ferrer en Anantapur, una de las zonas más pobres de la India, no se ganan con potentes ejércitos profesionales sino con voluntarios. Ahora mismo, por ejemplo, lo que de verdad le gustaría llevarse de Mallorca a Anna Ferrer, la viuda de Vicente Ferrer, es un grupo de cocineros y de payasos. «Los necesitamos», dijo.

Cocineros que pudieran preparar comidas diferentes a los miles de voluntarios que de forma permanente trabajan en Anantapur, y payasos que provocaran sonrisas a las miles de personas que se benefician del proyecto altruista que su marido, el ex sacerdote jesuita Vicente Ferrer, puso en marcha en 1969. Recetas sencillas para grandes causas, en definitiva.

Lo explicó ayer en Palma durante la primera de las conferencias que va a pronunciar estos días. Fue en el Institut Mallorquí d'Afers Socials (IMAS) del Consell de Mallorca, una institución que financia desde hace tiempo las actividades de la Fundación. Aporta 100.000 euros al año. Unas siete mil personas de las Islas han apadrinado a niños y niñas de la India.

La muerte de Vicente Ferrer no cambiará ni los objetivos ni el modo de actuar de la fundación. Ése es un mensaje que su viuda quiere dejar claro durante su presencia en Mallorca.

«Vicente -dijo en un momento de su conferencia de ayer- era más que un gran hombre y que un gran trabajador humanitario, hizo más de lo que una persona puede hacer a lo largo de su vida». «Los voluntarios son el corazón de nuestra Fundación», dijo también Anna Ferrer, que recordó que, durante su vida, su marido siempre entendió que había que combinar «acción y espiritualidad», que no basta sólo la espiritualidad para arreglar las cosas, que es fundamental actuar. El próximo reto es trabajar para personas con problemas mentales, informó.

«El desarrollo es lento, no va rápido pero es un trabajo consolidado», insistió .
La conferencia de ayer fue presentada por el presidente del IMAS y responsable de política social del Consell de Mallorca, Jaume Garau