Aunque la Navidad es una fiesta que «siempre me pone triste», decía ayer Gabino Diego, el actor está dispuesto a desplegar toda la energía que requiere este título, «en el que se trata de volver a la esencia del teatro», para divertir al público con una comedia que «tiene algo de gamberro».
Aunque parezca un tanto increíble a quienes han visto y disfrutado con los dramas de intriga cinematográfica de Hitchcock, esta función es una «parodia» de Los 39 escalones, película que filmó en 1939. «En la obra de teatro está todo», comentaron ayer los actores, desde las persecuciones por tierras escocesas, «hasta los aviones», e incluso, como sucedía en sus películas, «hasta sale Hitchcock», comenta Beatriz Rico, «pero no explicaremos cuándo ni cómo». La sorpresa tendrán que descubrirla quienes acudan estos días al Auditòrium con ganas de ver «un mero espectáculo de diversión, de entretenimiento», apunta Diego Molero.
El éxito que arrastra tras de sí este texto de Patrick Barlow, y que esta producción que dirige Eduardo Bazo ha llevado por casi toda España, confirma que el «humor muy inglés y paradójico» puede funcionar en otras latitudes, tal vez porque los espectadores son capaces de comprender el trabajo actoral de esta partitura que Barlow concibió para cuatro actores que no sólo interpretan a personajes de carne y hueso, sino «hasta una roca o una ciénaga». En una locura de entradas y salidas, en las que desde las butacas «a veces no se tiene claro lo que es verdadero y lo que no», la «complicidad del público con nosotros es total», reflexiona Rico. Y por si fuera poco, con tanto trajín «hasta los niños se divierten», si sus padres quieren llevarles al teatro, «aunque dejamos claro que no es una obra infantil». ¿Qué más se puede pedir en Nadal?
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