Jaume Moll, en el centro, durante el juicio celebrado en la Audiencia Nacional. | Teresa Ayuga
El 'caso Royaltur' ha llegado al final de su recorrido tras quince años de pleitos en diversas instancias con un demoledor auto dictado por la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo.
Los magistrados han rechazado el recurso de casación presentado por el hotelero Jaume Moll y otros querellantes contra la sentencia dictada por la Audiencia de Palma, e impone, asimismo, las costas a la parte recurrente, al apreciar «temeridad y mala fe en la prosecución de la acción penal», según el auto.
Moll ejerció durante el juicio celebrado en la Audiencia de Palma la acusación particular y mantuvo que se sintió estafado por una relación contractual, lo que motivó la pérdida diversos bienes de su propiedad valorados en miles de millones de pesetas.
Temeridad
El Supremo recuerda en su auto que no hay un concepto o definición legal de temeridad o mala fe y que se suele entender como pauta general, que esas circunstancias concurren cuando se «carezca de toda consistencia y que la injusticia de su reclamación sea tan patente que deba ser conocida por quien la ejercitó, de aquí que tenga que responder por los gastos y perjuicios económicos causados con su temeraria actuación».
Asimismo, el alto tribunal alude a la prueba oral practicada en el juicio y dice que «no hay que olvidar» que el Ministerio Público «no sostuviese acusación» tras el periodo de diligencias, optando por mostrar su posición en el caso en el apartado de conclusiones provisionales. Los abogados defensores de los querellados fueron Eduardo Valdivia, Miguel Coca y Pau Más, entre otros. Las costas de todo el larguísimo proceso judicial pueden superar los seis millones de euros, según fuentes próximas a la causa.
La sentencia dice que resulta destacable «la muy ulterior adhesión a la querella del resto de los querellantes», todos ellos pertenecientes al círculo íntimo Moll y «a quienes se había comprometido a sufragar los costes económicos derivados de la reclamación procesal».
3 comentarios
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El niñato se burlo de Moll. Hacia llamadas desde su oficina (de Moll) para que le pusieran presion... Es digno de pelicula como un niñato embauco a un espabilado.
Don Jaume Moll Triay, que tanto ha rodado por EL MUNDO, no estuvo bien aconsejado desde el principio, ya que su caso era una huída hacia adelante, jugando sucio, como en el caso de la Playa de sa Coma, que debe ser único en España, al no beneficiarse el Ajuntament de Sant Llorenç d´Escardessar, de su dominio territorial municipal. Quienes conocieron a don Jaime, hace una treintena de años, con el dineral que manejaba desde un despacho privilegiado de la Plaza de España, no entenderán nunca como entró como un elefante en una cacharrería en el ámbito del Turismo, que es una élite elegida entre ellos mismos. Cuando extendió sus dominios en la provincia de Cádiz, con campo de golf diseñado por Ballesteros y en Túnez, empezó a cavarse su propia fosa como empresario. Lejos quedaron aquellos tiempos en que, con riesgo, amasó su fortuna, quedando como testimonio vivo otro empresario octogenario, que sigue en activo al pié del cañón, porque no se ha salido de los cauces de sus conocimientos del mercado en que trabaja. A don Jaime, un poco tarde, se le puede decir: Zapatero a tus zapatos, porque él nació en Inca, aunque oriundo de Menorca, si mal no recuerdo. Aunque él sólo se escuchaba a sí mismo, no tuvo en los momentos cruciales buenos consejeros que le tenían que haber marcado el paso, en un mercado que no era el suyo. El apodo de El Marsellés, por sus actividades en EL MUNDO que si conoció del contrabando, ya es un recuerdo de un lejano y perdido pasado.