TW
0

A la vuelta de las vacaciones navideñas el paisaje ciudadano a las puertas de los colegios ha cambiado por imperativo de la ley. La prohibición de fumar en el entorno de los centros escolares se sigue en Palma con disciplina, y las excepciones son mínimas.
A título de ejemplo. En torno a las 13.00 horas, los alrededores del colegio público Eugenio López, en la Plaza Bisbe Berenguer de Palou (los Patines), se van llenando de familiares que recogerán a los alumnos de Infantil y Primaria a la hora de almuerzo. En casi treinta minutos nadie enciende un cigarrillo a las puertas de la escuela. La única excepción es un hombre, dentro de su coche, con las ventanillas cerradas.
Al a hora exacta de la recogida de escolares, solo Peter fuma en la acera de enfrente del colegio, a escasamente veinte metros de la puerta. «Así lo he hecho siempre -señala-, y no creo que cambie porque en mi opinión no molesto a nadie. Si me convencen de lo contrario o si amenazan con multarme, cambiaré de costumbre, no pasa nada».
Tráfico o humos
ALa situación física del CP Eugenio López es una de las más especiales en Palma respecto a la ley que restringe fumar en determinados espacios abiertos. Está junto a un parque, al menos parcialmente dedicado a los niños, y cercano a una clínica. En ambos casos la normativa antitabaco habla de un centenar de metros de aire sin humos, pero la situación no es fácil de controlar.
El agente de la Policía Local que controla el tráfico en la zona tiene claro que podría multar a los ciudadanos que fumen a cierta distancia del colegio o del centro hospitalario, pero admite que hay un problema físico para ello. «Si me ocupo de coches y peatones -dice a Ultima Hora-, que ya es cuestión delicada, ya me dirá cómo me aparto de esta función para rellenar un boletín de multa a un fumador».