Joan Bestard, Antoni Pons, Betma Janer, Guillem Martí y Olivia Valkenberg. | Carles Domènec

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La residencia de estudiantes Ramon Llull es uno de los lugares de Barcelona donde es más probable escuchar el acento mallorquín. Uno de cada dos de los 260 colegiales proceden en la actualidad de Balears aunque la tradición viene de lejos; en realidad desde los orígenes de la institución.

Ubicado en el recinto de la Escuela Industrial, en la transitada calle Urgell, la Residencia de Estudiantes de Catalunya nombró director en el año 1931 al poeta de la Escola Mallorquina Miquel Ferrà (Palma, 1885-1947), el primero en la etapa del centro como residencia de la Generalitat.

«El edificio fue construido en el año 1923 y la Residencia empezó a existir en el 1921 en la plaza Molina, hasta que en el 29 se trasladó a la calle Urgell», contó Antoni Pons, de Inca, estudiante de Historia que vive su primer año en la Residencia.

Fines de semana

La estudiante de diseño Betma Janer, de Llucmajor, apuntó que «la vida mallorquina de la Residencia se nota especialmente durante los fines de semana, cuando los catalanes regresan a sus localidades de origen». El primer piso del centro está ocupado por los dormitorios de los chicos, en la segunda planta están los de las chicas. Janer, que se acordó de que «el periodista y escritor Miquel Cardell, de Llucmajor, también vivió aquí», y que forma parte del equipo de realización de la emisora de radio del centro, admitió que «se trata del gran colegio de referencia de los mallorquines».

Las generaciones sucesivas, en ocasiones, comparten experiencias. «El profesor de catalán Jaume Gomila estudió aquí y llegó a ser el jefe de estudios», desveló la ibicenca Olivia Valkenberg. Para la estudiante de estudios literarios es su segundo año en la Residencia. «Decidí estudiar aquí después de escuchar sus historias», declaró Valkenberg.

El Colegio vive en los últimos años un futuro incierto. «En el año 1989, la Diputación de Barcelona perdió la competencia de las gestión en temas educativos, y la gestión del edificio pasó a la Universitat de Barcelona (UB) con un contrato hasta el 2019, pero en el 2007 se firmó un acuerdo para devolver el edificio antes, el 31 de diciembre de 2010», explicó Guillem Martí (andorrano). Y puntualizó: «los colegiales se movilizaron y ahora la UB ya no habla de cerrar la residencia». Martí concluye con orgullo que «el pasado curso hicimos muchas cosas y 6.200 personas firmaron contra el cierre, y reforzamos la comunidad del Llull».

De igual manera lo rememoraba el año pasado Rafael Palmer, como jefe de sección de Medicina de Trabajo en Vicepresidencia Económica, a través de una red social en un mensaje de apoyo a la causa: «hace 20 años ya nos amenazaron de cierre y conseguimos que no se cerrara el Llull gracias a la movilización general».